miércoles, 21 de noviembre de 2012

Venturus Liber (Blogspsot.com) Pérez, Ramiro



18 de noviembre de 2012
De cuando la ficción se transforma en una práctica terapeútica
Cuando salí del último teórico anterior al receso de invierno en el que el profesor Bombini dio las consignas del parcial domiciliario crucé unas palabras con él. Le dije que la consigna dos, la ficción, involucraba demasiada creatividad. Yo siempre fui creativo, siempre escribí ficción, o al menos intento hacerlo, pero no veía realmente cómo iba a poder resolver esa consigna, creo que pensé que era incompatible lo que se pedía con la ficción, creo que me desesperé un poco. Hoy pienso: “¿Por qué no me desesperé más con la consigna 1?”. Quizá porque yo estaba “moldeado” por años de universidad para escribir algo más parecido a lo que la consigna uno me proponía. Supongo. Pero la verdad es que en todos mis años de claustros universitarios jamás disfruté hacer una parcial como aquella consigna dos. Fue la primera vez que antes de escribir estuve pensando durante muchos días cómo hacerlo. Fue así que apelé a mi formación clásica y a mi gusto por la sátira menipea y traté de escribir algo a la manera de la Apocoloquíntosis de Séneca. Y ese gusto por la menipea me resolvió el asunto de la dispositio. Releyendo ahora esa consigna veo que también utilicé el relato enmarcado, como lo hice con los chicos durante el proyecto. Me divertí mucho escribiendo ese relato satírico. Y me relacioné de una manera mucho menos solemne con la bibliografía, menos respetuosa incluso. La valla y el trampolín pueden usarse en todos los niveles. Hasta me siento mucho más reconciliado con mi fantasía de de ser escritor y animarme más a la ficción. Es como si la ficción paradójicamente me ayudó a modificar ciertas trabas propias no sólo en cuanto a la profesión de estudiante y de profesor, sino también como una práctica terapéutica que ayuda a saltar las “vallas” propias de la personalidad y a impulsarse con su “trampolín” para seguir creciendo.

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