Cuando recibí la consigna de
escritura de ficción tuve sentimientos encontrados, por un lado apareció el
entusiasmo por realizar una actividad que nunca antes había realizado en/para
la carrera y, por el otro, cierta perplejidad por la resolución. Ninguna de las opciones me parecía
completamente adecuada, entonces en primer lugar hice un guión literario de un
cortometraje. Tomé esa resolución porque
en el guión literario se puede desarrollar un conflicto en los mismos términos
que en una obra de teatro; y mejor aún para este caso, en los tiempos exigidos
por la consigna. Tres hojas corresponden
a un cortometraje de tres minutos. Me
resultaba más difícil imaginar una obra de teatro con esas características. Pero como estaba fuera de la consigna, me
adapté a lo solicitado y cambié el formato, bastante apenada porque el guión
hasta podría llegar a filmarse.
Lo que pude sacar en claro de esta
experiencia es que toda creación tiene
aparejada una teoría o un conflicto teórico sobre el arte, la filosofía o lo
que sea, consciente o inconscientemente, de manera implícita o no. Cuando utilizamos la actividad de escritura
en clase, generalmente, hacemos foco sobre los procedimientos y no sobre los
conceptos que se ponen en juego. En
este caso la problematización teórica era explícita y me dio mucho gusto desarrollarla
en una ficción.
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