“En esta carrera no se forman
escritores, se forman lectores” sentenció uno de los
más laureados catedráticos de nuestra casa de estudios, mientras cursaba mi
primer cuatrimestre de carrera. La frase
me quedó resonando por muchos años en mi cabeza, y ahora vuelve con la apariencia
de un cierre de ciclo.
Si
me propongo pensar en las prácticas de escritura que me han propuesto mis
docentes a lo largo de la carrera, sólo puedo contabilizar algunas pocas
formas. Básicamente, me encontré frente al desafío de escribir monografías, o
informes argumentativos que respondan a alguna pregunta o cuestión planteada
por el docente.
Es
lógico que los alumnos de Didáctica especial y Práctica de la Enseñanza en
Letras, nos sorprendamos frente a la segunda consigna de nuestro parcial. Sin
embargo, en retrospectiva, esta sorpresa venía siendo anunciada con las
discusiones y actividades propuestas en clase. El concepto de la escritura
creativa como factible de ser enseñado y evaluado ya venía dando vueltas.
Cuando llegó el
momento de resolver mi consigna de escritura tomé mi primera decisión: si tenía
que “hacer hablar” con mi escritura los textos teóricos de la cursada, ¿Qué
mejor que hable Gianni Rodari? Frente a mi desafío de escritura opté por
pedirle auxilio a alguien que sea un especialista en el tema. Los conceptos y
sugerencias de su Gramática de la
Fantasía se convirtieron así en el armazón teórico de mi texto de ficción.
Habiendo resuelto
la cuestión teórica de la consigna, sólo restó respetar el género que había
elegido, que en mi caso fue el género teatral. Busqué representar mi propia
escena de escritura, para darle pie al especialista a que se haga presente me
“socorra”.
Con esta
experiencia de escritura pensé en la forma de apropiación del saber que supone
la puesta en práctica de la escritura. Para poder poner en el juego de la
ficción lo dicho por Gianni Rodari, tuve que desautomatizar mi lectura,
buscando en el texto aquellos elementos que pudieran servir para la ficción.
Por último, me
gustaría destacar el carácter lúdico que tienen las consignas de escritura
creativa. La ficción te da una libertad para la resolución de la consigna que
termina convirtiéndose en un verdadero juego con el que divertirse, y todos
podemos acordar que no hay mejor manera de aprender que divirtiéndose, algo que
comprobé siendo alumno y docente.
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