Es
mediodía. Tengo que hacer un parcial para la materia Didáctica Especial.
Resuenan en mi cabeza las preguntas, los miedos habituales antes de realizar
este tipo de escritos: “¿habré comprado toda la bibliografía? ¿Me faltará
subrayar algo? ¿Qué autor podré tomar de referencia?”. Me pregunto y leo la
consigna.
Se
pide escribir un fragmento de un diálogo a la manera de Platón, un cielito de
la tradición de la literatura gauchesca, una escena de una obra de teatro o un guión
de historieta en el que se discuta alguna idea relevante sobre la práctica de
la enseñanza de la lengua y la literatura. Me asombro. Mis preguntas cambian.
No
sólo pienso en la relación entre la consigna y los textos que vimos durante la
cursada, las discusiones que se generaron en las clases teóricas y las
actividades que nos propusieron en los prácticos; sino que la reflexión es más
amplia: los estudiantes de Letras no escribimos ficción dentro del contexto de
clase. De ahí mi sorpresa. ¿Cómo en un parcial domiciliario voy a tener que
escribir un cielito?
Se
trata, quizás, de una consigna irrespetuosa porque interrumpe mi método de
trabajo habitual, porque rompe con lo que espero encontrar en un parcial
domiciliario. Desde que comencé la carrera, diferentes materias han hecho
hincapié en la escritura como reproductor de una serie de teorías, cruces o
tensiones entre autores, discusiones literarias y análisis de discursos de
otros. De otros, por otros. Mi escritura, en general, se concentraba en exponer
una serie de conocimientos a partir de textos escritos por otros. Ya no.
Pretendo
escribir un cielito recordando que el acto de escribir se corresponde con el de
leer. Me dispongo, entonces, a inventar y apropiarme del escrito no ya como
simple lectora o crítica del texto de otro, sino como autora del propio. No
estaré atrapada en teorías ajenas, no seré ave de presa exponiendo ideas que no
son mías.
Escribo.
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