Al momento
de ponerme a escribir la obra de teatro en el que dialogaban como docentes
jubilados Bourdieu, Barthes y De Certeau, debo confesar que me sentí un poco
desorientada. En verdad, era la primera vez que escribía una ficción para una
materia de la carrera. Sin embargo, esto me hizo recordar otros momentos de mi
vida donde escribía más y dedicaba menos tiempo a leer a otros o cuando era
chica y concurría a mis primeros talleres literarios.
Hacía rato
que no me sentaba a escribir algo distinto a una monografía o un parcial
domiciliario, así que, en un principio, no sabía por dónde empezar. Lejos de
desestimar las herramientas y los conocimientos de los uno que se va apropiando
en la formación académica, la realidad es que, como estudiantes, no tenemos
muchos espacios (o ninguno) donde se nos estimule para la escritura de ficción
o donde se nos evalúe al respecto. Y tener la oportunidad de transmitir de una
forma más creativa las posturas de estos grandes pensadores, fue una
experiencia completamente nueva para mí. Si bien al comienzo me encontraba
confusa, cuando pude soltarme y dejar volar la imaginación fue, además de gratificante,
muy divertido. En este sentido, a la hora de realizar las prácticas, pude
comprender lo importante de crear estos espacios donde los alumnos puedan
expresarse, jugar, entrar en el universo de la fantasía.
Como uno
nunca se olvida de cómo andar en bicicleta, la escritura funciona de una manera
similar: una vez que podemos despojarnos del “chip-parcial domiciliario o
monografía final”, volvemos a sentir la experiencia liberadora de la ficción.
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