Cuando leí que tenía que escribir un diálogo
platónico (no me planteé seriamente ninguna de las otras opciones) creí haber
leído mal. Fue realmente desconcertante. A esta altura de la carrera creía que
los parciales domiciliarios ya no tenían secretos para mí. De repente sentí que
me estaban pidiendo que fuese Pierre Menard, que fuese Platón y escribiera el Crátilo. No un Cratilo sino EL Cratilo.
Después de la sorpresa, el susto y
con un poco de resignación me senté a escribirlo. Empecé sin saber bien dónde
terminaría. Empecé citando algún diálogo que alguna vez leí en mis cursadas de
Griego. Se me ocurrió sobre qué artículo hablaría cuando mi Sócrates ya había divagado
bastante. Y entonces me di cuenta de
que todavía hay secretos por descubrir a la hora de hacer un parcial
domiciliario. De repente me estaba divirtiendo escribiendo un parcial. Terminé
esa parte en poco tiempo. Pero la verdad es que en todo momento pensé que lo
que había escrito, si bien estaba simpático, era cualquier cosa menos lo que
tenía que hacer realmente. No podía creer que estuviera bien algo que me había
divertido tanto hacer. Lo entregué ese 8 de agosto con absoluta desconfianza.
En realidad, fue una mezcla de sensaciones: por un lado, estaba bastante
orgullosa porque me había quedado gracioso y hasta se lo había leído a mi
familia por eso; por el otro no podía dejar de pensar que eso no podía ser lo
que querían. Pero finalmente lo entregué, con miedo pero lo entregué.
La sorpresa mayor tuvo lugar la
semana pasada cuando me lo devolvieron y vi que me había ido bien. Entonces al
final sí estaba bien lo que hice. Al final entonces sí puede haber formas más
entretenidas de ser evaluado. Sigo sin salir de mi asombro: la escritura
académica puede provocarme otras cosas además de nervios y ansiedad, me puede
hacer reir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario