Estaba
terminando de cursar la única carrera que parecía renegar de su propio objeto
de estudio, cuando se me vino al paso la que pensaba que sería la última valla-trampolín
de Didáctica Especial en Letras: la ficción.
Sin
duda, era una consigna inexplicablemente inusual para el estudiante de Letras
que, acostumbrado a fuerza de citas y plurales mayestáticos, se olvida de
Platón o de Oscar Wilde, y no concibe la escritura académica sino bajo la forma
de parciales domiciliarios y presenciales, monografías, ponencias, abstracts
e informes de lectura.
Pero
luego de la sorpresa inicial que surgió de la primera lectura de la consigna,
empecé a hacer trampolines de las vallas. Elegir entre el diálogo platónico, el
cielito de la gauchesca, la escena teatral o el guión de historieta no fue
demasiado difícil para mí, porque la escritura de escenas teatrales inconclusas
es la que más frecuento.
Y
sin embargo, al pensar que este fragmento de obra teatral sería evaluado por un
único (en el mejor o peor de los casos, dependiendo de dónde se lo mire) lector
experto, me detuve. ¿Podría una ficción literaria ser evaluada numéricamente?
¿Con qué criterios? Y, en última instancia, ¿sería esto que estaba escribiendo
realmente Literatura?. Pero enseguida pegué el salto para escribir, y comencé
el proceso de desacralización que vi como paso necesario para la tarea de
apropiación de saberes que implicaba esta consigna.
Entonces,
mientras rumiaba cómo sería el personaje protagonista de la obra, me percaté de
que era ésta una consigna absolutamente estratégica.
No
se trataba de un simple acarreo de las voces de la bibliografía teórica a la
ficción, sino que implicaba una jerarquización de conceptos a partir de la
construcción de las subjetividades que serían los personajes, de un espacio y
un tiempo particulares, y lo más importante, de una toma de posición.
Esa
consigna implicaba acarrear todo el corpus teórico acumulado durante los
dos años didácticos, apropiarse de él, y darle finalmente un cuerpo, una vida.
Nada más adecuado para prepararse en las semanas previas a la práctica docente.
Esa fue, desde mi perspectiva, “la gran Bombini”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario