Afortunadamente, de
alguna forma me enteré que estudiando Letras podía ser crítica literaria. Y eso
sí me interesaba. O ser correctora. “Qué genial dedicarme a eso”, pesaba. Si yo
cada vez que encontraba una revista barrial por ahí tirada me dedicaba a
corregirle los errores de ortografía… Y decidí estudiar Letras nomás. Y bancarme
ese chiste de mis ex compañeros de “Ahh… estudias Letras, ¿y vas por la a, la b
o la c?”.
Un día, ya adentro de
la carrera o mínimo en el CBC, estaba mirando en la tele una entrevista a un
jugador de fútbol. El muchacho se enojó mucho con el periodista deportivo que
lo entrevistaba. Entre todo lo que le dijo, le comentó lo que luego escuche
varias veces más: que él, el periodista, no podía decir nada; que se dedicaba a
criticar, reprochar e increpar desde afuera, pero que su contacto con la
pelota, con la cancha, con el deporte, había sido nulo. Que nunca se había
embarrado, básicamente. Y eso me quedó
dando vueltas en la cabeza. Pensaba: “cuando yo critique libros en la Ñ, me van
a poder acusar tranquilamente de lo mismo”.
Y cuando me
entregaron la consigna del parcial, me acordé de todo esto. Primero me enojé.
Porque yo decidí estudiar Letras cuando me enteré que acá no se escribía, y
ahora resultaba que sí. Escribiéndolo, primero con pocas ganas, después con un
poco más, y a lo último a una velocidad que no me daban los dedos, me dí cuenta de que de una vez por todas
estaba embarrándome, conociendo las reglas del juego jugando, no aprendiéndolas del reglamento o mirando por la tele lo
que hacen los demás. Por último, cuando viví mi práctica e hice que mis alumnos
escriban ficción, descubrí que a algunos les estaba evitando bastantes mambos y
quizá hasta algunas sesiones de psicólogo, con lo caras que son… A mí en la escuela
nunca me dejaron escribir, siempre lo hice escondidas, en mis diarios, en la
intimidad. Los escritores eran unos, señores desconocidos, sabios y
magistrales, los lectores éramos otros. En el parcial me di cuenta que la
pelota sí se mancha, y en las prácticas
nos embarramos de lo lindo.
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