Escribir el diálogo platónico para el parcial
fue, si me disculpan la informalidad, algo bizarrísimo. No encuentro otro
término para describir la experiencia. Tenía más o menos pensado qué era lo que
quería abordar y cómo, pero a la hora de ponerme a redactar sentía que las
cosas se me iban yendo de las manos y tomaban un cauce propio. Para que Sócrates
pudiera discutir algunas de las cuestiones actuales relativas a la enseñanza de
la lengua y la literatura terminé mandándolo en un viaje de ida y vuelta al
futuro, y luego narrando la experiencia a un Hipias que probablemente
sospechara que el célebre conversador había tomado una copita o dos de más.
Todo esto salpicado con expresiones del tono de “¡por Zeus, Sócrates, claro que
así lo creo!”, “Ciertamente, Sócrates”, “Con mucho, Sócrates” y “¿Debemos creer
eso, pues, bello y sabio Hipias?”. Si puedo decir algo al respecto es que me
divertí muchísimo escribiendo, y que fue una tarea de escritura completamente
distinta a cualquier otra que me hayan encomendado en materias de la carrera.
Fue una consigna original, que daba lugar a la creatividad y a la invención.
¡No
puedo dejar de preguntarme, sin embargo, qué habrá pensado mi profesora cuando
lo leyó!
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