martes, 20 de noviembre de 2012

La sala del terror-Ana Cardozo





Me gustó mucho la propuesta de escribir ficción y lo que hice fue imaginar una obra de teatro que incluya un debate sobre la práctica de la enseñanza de la lengua y la literatura. En ese momento sólo contaba con la teoría, pensé una situación que claramente nunca había vivido. Elegí como contexto la post-charla de un encuentro académico. Sé que otros compañeros eligieron la sala de profesores como espacio para la dramatización, esa idea quedó en mi cabeza y cuando realicé las prácticas pude experimentar lo que es estar dentro de ese lugar. Fue terrible. Los profesores hablaban mal de sus estudiantes y estaban convencidos de que lo mejor era trabajar lo menos posible en sus clases. Recuerdo esta frase: “total no es que van a ir a la Universidad así que con un cuestionario tienen para entretenerse todo el trimestre”. La pasé muy mal allí dentro, fueron unos minutos pero pareció una eternidad. Recordé que un profesor de un práctico nos había dicho: no entren a las salas de profesores, son lugares muy tenebrosos. Tenía razón. Los docentes comenzaron a tomar forma de caricatura, sus risas exageradas se tornaron siniestras, pensé en Valle Inclán, pensé en Tirano Banderas y el esperpento. Si tuviera que responder la consigna del parcial ahora que terminé las prácticas definitivamente haría una obra de teatro de terror, con los prejuicios bien presentes y con esos profesores como personajes derrotados, sin ganas de enseñar, estigmatizando a los alumnos, sosteniendo sus tazas de café y esperando que pase rápido la mañana. Se habían olvidado de mi presencia hasta que uno de ellos me dijo: “andá acostumbrándote, cada vez es peor”. Yo inventé un personaje que decía que los chicos hablaban mal, ahora me parece un comentario bastante leve comparado con lo que escuché. En mi caso la realidad superó la ficción. Esto también creo que es parte de las prácticas: mi experiencia con los alumnos fue muy buena pero los docentes me asustaron. Durante las prácticas también me di cuenta que nunca había escrito ficción y que los ejercicios que les planteé a mis alumnos nunca los había resuelto en el ámbito académico, salvo los que hicimos en Didáctica. Uno sabe que en la carrera no va a escribir ficción (lamentablemente), te formas como un buen lector, un lector crítico, alguien que tiene la mirada entrenada. Pude guiar a los alumnos pero no a partir de una experiencia propia, directa. Rescato la experiencia de la sala de docentes como material de ficción. Quizás escribir ficción enriquezca mi escritura académica: ahora sé bien de lo que puedo escribir.

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