Escribir ficción tiene sin duda un aspecto
lúdico, al menos en lo personal. Siempre escribí. Y sin embargo, estoy, diría
estamos, acostumbrada / os, tanto en la escuela secundaria como en la
universidad, a que la escritura “en serio” es aquella vinculada a los géneros
académicos. Así es que, a lo largo de una carrera de tanta lectura literaria,
creativa, artística y provocadora como Letras, la proliferación de monografías,
ensayos, parciales domiciliarios y presenciales, trabajos prácticos (que poco
tienen de prácticos), es enorme. Y no ocurre lo mismo con cuentos, poemas,
novelas, o incluso manifiestos.
La escritura de invención pone en juego, además
de un aspecto creativo y lúdico para el estudiante (se puede, sí señor, pasarla
bien escribiendo un parcial), sus formas variadas, diversas, versátiles, de
pensar. Pero no solo eso: la escritura de ficción puede, además, resultar un
desafío para la forma en que ese pensar se organiza habitualmente.
Escribir la obra de teatro “Escritor se busca”
me permitió encontrar nuevas aristas a algunos de los textos de la bibliografía
de la materia, que de ninguna manera hubieran aparecido si no hubiese sido por
la práctica de la escritura de ficción.
Poner a un autor de teoría en la voz de un
personaje de ficción exige reducir al mínimo más ínfimo sus planteos y sus
ideas, de manera que la voz ficcional resulte verdaderamente creíble e
interesante para leer. Quiero decir: glosar a un autor, reproducir su discurso
en el mismo tono y el mismo registro que él maneja, es una actividad muy
diferente de la que supone tomar lo esencial de ese discurso y ponerlo en la
voz de un personaje que interactúa con otros personajes-autores. Y en esa
reducción y en ese diálogo con otros es que surgen esas aristas, esos
“chispazos”, que no podrían aparecer jamás en la simple glosa del discurso del
autor.
La reducción que esta escritura de ficción
exige al estudiante funciona de algún modo como una suerte de irreverencia. Es
la propia “falta de respeto” hacia la palabra del autor lo que permite, más que
nunca, apropiárselo.
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