jueves, 29 de noviembre de 2012

Una coherencia incómoda.Simari, Leandro





 Si no recuerdo mal, lo primero que experimente cuando leí la segunda consigna del parcial fue sorpresa; no una sorpresa indignada, pero sí una sorpresa incómoda. Incluso después de haber cursado un cuatrimestre de la materia y conocer la perspectiva de la cátedra sobre la enseñanza de la lengua y la literatura, no sé por qué ingenuidad de mi parte no se me había ocurrido pensar que una consigna de escritura ficcional podía figurar como ejercicio de parcial. Quizá haya influido en mí el lema repetido por tantos profesores de la facultad (y comprobado en la inmediatez de haber comenzado a transitar por sus clases): a Filosofía y Letras no se viene a aprender a escribir (ni textos literarios, ni textos académicos, ni textos de ningún tipo).  
Teniendo en cuenta que nunca había escrito cielitos ni diálogos platónicos, que mis intentos de piezas teatrales quedaban muy atrás en el tiempo y que, además de las dificultades que planteaba la escritura en sí, tenía que poner a funcionar en mi texto una problemática pedagógica, no me sentía preparado para resolver la consigna de forma competente. Pero, en realidad, creo que la verdadera preocupación radicaba en que ese trabajo, inédito para mí, iba a ser evaluado y calificado. Después de rendir una cierta cantidad de parciales y finales en la carrera de Letras, se adquiere la habilidad para adecuarse (con más o menos éxito en cada ocasión particular) a esos “géneros discursivos” propios de la facultad. Para este caso puntual, en cambio, no tenía antecedentes que me sirvieran de referencia. 
Pasó un tiempo entre esa primera lectura de la consigna y el momento en que me puse a escribir. En el mientras tanto, acepté un hecho evidente: una consigna así en un parcial de Didáctica Especial en Letras era un acto de coherencia interna de la cátedra; lo que a mí me molestaba era su desajuste respecto de toda mi otra experiencia como alumno de la facultad. En definitiva, no distaba demasiado de los ejercicios de escritura de ficción que yo planteaba a mis propios alumnos en mis clases porque estaba convencido de que eran una forma más del aprendizaje de la lengua y  la literatura (y no sólo de la lengua y la literatura). 
A pesar de ese reconocimiento, y aunque el proceso de escritura fue más o menos fluido y ameno, no quedé conforme con el texto resultante. En principio, no parecería raro: de vez en cuando escribo ficción y nunca quedo conforme. Sin embargo (no es que me crea un buen escritor) el diálogo socrático que presenté en el parcial me pareció por debajo de mis posibilidades. Atribuyo esa disconformidad a que no pude tomar distancia en ningún momento de la razón por la cual escribía; es decir, no conseguí relativizar el hecho de que iba a ser evaluado y calificado y, quizá por ese motivo, presté principal atención a plantear la problemática pedagógica que a cualquier otro aspecto del texto.

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