Si no recuerdo mal,
lo primero que experimente cuando leí la segunda consigna del parcial fue
sorpresa; no una sorpresa indignada, pero sí una sorpresa incómoda. Incluso
después de haber cursado un cuatrimestre de la materia y conocer la perspectiva
de la cátedra sobre la enseñanza de la lengua y la literatura, no sé por qué
ingenuidad de mi parte no se me había ocurrido pensar que una consigna de
escritura ficcional podía figurar como ejercicio de parcial. Quizá haya
influido en mí el lema repetido por tantos profesores de la facultad (y
comprobado en la inmediatez de haber comenzado a transitar por sus clases): a
Filosofía y Letras no se viene a aprender a escribir (ni textos literarios, ni
textos académicos, ni textos de ningún tipo).
Teniendo en cuenta que nunca había escrito cielitos ni
diálogos platónicos, que mis intentos de piezas teatrales quedaban muy atrás en
el tiempo y que, además de las dificultades que planteaba la escritura en sí,
tenía que poner a funcionar en mi texto una problemática pedagógica, no me
sentía preparado para resolver la consigna de forma competente. Pero, en
realidad, creo que la verdadera preocupación radicaba en que ese trabajo, inédito
para mí, iba a ser evaluado y calificado. Después de rendir una cierta cantidad
de parciales y finales en la carrera de Letras, se adquiere la habilidad para
adecuarse (con más o menos éxito en cada ocasión particular) a esos “géneros
discursivos” propios de la facultad. Para este caso puntual, en cambio, no
tenía antecedentes que me sirvieran de referencia.
Pasó un tiempo entre esa primera lectura de la consigna y
el momento en que me puse a escribir. En el mientras tanto, acepté un hecho
evidente: una consigna así en un parcial de Didáctica Especial en Letras era un
acto de coherencia interna de la cátedra; lo que a mí me molestaba era su
desajuste respecto de toda mi otra experiencia como alumno de la facultad. En
definitiva, no distaba demasiado de los ejercicios de escritura de ficción que
yo planteaba a mis propios alumnos en mis clases porque estaba convencido de
que eran una forma más del aprendizaje de la lengua y la literatura (y no sólo de la lengua y la
literatura).
A pesar de ese reconocimiento, y aunque el proceso de
escritura fue más o menos fluido y ameno, no quedé conforme con el texto
resultante. En principio, no parecería raro: de vez en cuando escribo ficción y
nunca quedo conforme. Sin embargo (no es que me crea un buen escritor) el
diálogo socrático que presenté en el parcial me pareció por debajo de mis
posibilidades. Atribuyo esa disconformidad a que no pude tomar distancia en
ningún momento de la razón por la cual escribía; es decir, no conseguí
relativizar el hecho de que iba a ser evaluado y calificado y, quizá por ese
motivo, presté principal atención a plantear la problemática pedagógica que a
cualquier otro aspecto del texto.
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