Como ya sabrán mis lectores asiduos, soy estudiante de
Letras. A continuación utilizaré una breve porción de este espacio para contestar
esa pregunta afirmativa que, si somos estudiantes de esta carrera, nos han
hecho POR LO MENOS una vez. Me refiero al famoso enunciado: “Tenés que leer
mucho en Letras, ¿no?”. Sí. Tenemos que leer mucho.
Pero la carrera de Letras no es solo leer y leer y leer.
También escribimos. Alguno de ustedes estará pensando: Claro, si estudian
Letras querrán ser escritores o escritoras. (Noto: Otra pregunta frecuente para
los estudiantes de la carrera). Esto puede ser cierto o no, y en diferentes
medidas. En realidad lo que escribimos en Letras la mayor parte del tiempo son
parciales y monografías; es decir, textos académicos que difícilmente se
acerquen a las obras literarias que tanto nos empeñamos en leer.
El fenómeno que implica el texto académico es sumamente
interesante. Para resumírselos, les ofrezco los aspectos de más color: nervios,
obsesión por la forma (académica, claro esta), pensamiento en abstracto,
letargo mental, asco por los temas a trabajar y posible llanto (o risa…o
ambas).
Con esto no quiero decir que no me parece importante
aprender esta forma de escritura. En serio, a pesar de los efectos secundarios,
no es este el caso. Lo que quiero decir, es que existe la posibilidad de otro
tipo de escritura en la universidad, particularmente en la carrera de Letras,
que desafía al alumno llegar a cierto nivel de comprensión sin que esto
conduzca a la implosión cerebral. Este fue un descubrimiento que surgió en la
cursada de Didáctica especial, y en consecuencia tuve que comerme las palabras.
Imagínense ustedes la típica estudiante de Letras
comentándole a otra típica estudiante de Letras la consigna de un parcial de
didáctica: “Y bueno, viste como son ellos
[los profesores de didáctica especial]…quieren que pienses en el contenido
y su forma, en diferentes posibilidades y blah blah blah…” (Agreguen a esta
imagen una expresión de superada). La consigna era escribir sobre un tema
académico relacionado con la didáctica, pero utilizando como medio un género
literario a elegir entre varias opciones. Como lamento ahora ese blah blah blah y tenerles que explicar a
mis amigos que, “Bueno, ¿viste? No estaba tan mala la idea”.
Realmente, el conocimiento pasa por la experiencia. Para
realizar la consigna tuve que recurrir a mis conocimientos literarios
(específicamente sobre el teatro), los conocimientos de la teoría didáctica y
en cierto punto, mi originalidad, por así decirlo. Tenía que encontrar la
manera de unir cosas que mi cabeza había organizado en diferentes
compartimentos. Admito que fue algo frustrante…y a la vez, revelador. ¿Por qué
los tenía separados? ¿Por qué la teoría no puede estar en la misma forma que el
contenido sobre el cual teoriza? ¿No sería esta la mejor manera de teorizar,
dado que así es que implica un conocimiento aún más profundo sobre el tema? Se
ve que, al final, ellos sabían lo que
estaban haciendo.
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