Para seguir con la temática casi
omnipresente de referirles mi experiencia como alumno de Letras, quería
comentar que en este cuatrimestre me pasó algo atípico. Cursando Didáctica
Especial, me encontré con una modalidad de evaluación que me resultó
completamente extraña. La consigna del parcial domiciliario consistía en el
desarrollo de algún problema teórico contenido en la bibliografía propuesta por
la cátedra. Hasta ahí todo lindo, todo normal. Los inconvenientes –y la
extrañeza- surgieron cuando constaté que había que responder a la consigna
ajustándose a la forma de algún género ficcional, entre los cuales se sugerían un
cómic, un cielito y una escena teatral. Mi primera reacción fue de perplejidad.
“¿Qué querrán con esto?”, era la pregunta más inmediata y obvia para hacerme.
Por lo general, en Puan estamos acostumbrados a ser evaluados en carácter de
lectores-intérpretes que deben explicar e iluminar un corpus de textos, pasando
por alto el trabajo de elaboración y producción personal que implica dicha
labor crítica. Muchas veces, es más seguro y cómodo ajustarse a ciertos
parámetros, guiarnos a partir de ciertos métodos que cuentan con un éxito más o
menos garantizado para cumplir con las consignas que nos exigen. En este
sentido, una evaluación como la de Didáctica me generó un extrañamiento,
apartándome de las certezas que uno adquiere en el transcurso de la formación
como estudiante de Letras. Nuevamente, tenía que encontrar una forma para poder
dar respuesta, aun cuando no tuviera una experiencia similar con la cual
cotejar.
Para la consigna, escogí una
escena teatral, a la que intenté dar un tono cómico-satírico, contrastando la
postura de algunos teóricos con la de un periodista poco informado y propenso a
los lugares comunes. En este sentido, comprendí que una actividad que
concibiera la producción del alumno como escritura
y no como mera respuesta permitía otro modo de cuestionar el sentido común, de
rescatar la capacidad crítica de la teoría, pero liberando nuestra mirada de un modus operandi y de unos saberes que
corren el riesgo de volverse asfixiantes. Afortunadamente, también pude
observar esta potencialidad de la escritura cuando los alumnos la ejercitaron
en sus trabajos: la incentivación de la creatividad muchas veces permite el
desborde de los márgenes impuestos por el conocimiento académico.
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