miércoles, 21 de noviembre de 2012

Hay lugar para la ficción en Filosofía y Letras? Wolman, Cecilia



Sí, este parece ser un interrogante que todos nos hacemos cuando entramos a la carrera de letras en la U.B.A. La respuesta siempre parece ser negativa.  En las literaturas nos atiborran de textos literarios, críticas de esos textos y crítica de esas críticas. Parafraseando a Andrés Rivera, la escritura es un sueño eterno en nuestra carrera.
Sin embargo, me vi obligada a escribir ficción en una materia. ¿En cuál? Casualmente, en aquella que parece que nos va a enseñar cómo enseñar. Sí, en esa que uno pensaría que nos revelará el enigma de cómo hacer para “bajar” o “simplificar” aquello que hemos aprendido durante tantos (tantísimos años). Sin embargo, en este espacio encontré menos dogmatismo y más apertura de lo que esperaba (y de lo que solemos encontrar en otros). En Didáctica Especial para el Profesorado nos enseñaron a “hacer cosas” con la literatura. Nos obligaron a ser estudiantes, docentes y escritores, todo al mismo tiempo. Durante la cursada, me vi obligada a problematizar todo aquello que ya tenía incorporado sobre lo que era el saber acerca de la literatura. Mientras escribía una consigna de parcial a modo de una escena de la obra de teatro me preguntaba, ¿realmente esto es un parcial? ¿puede ser que esté disfrutando? ¿Y aprendiendo? ¿Puede ser que esté escribiendo ficción en una materia de Puán?
Alejando Zambra en la introducción de su último libro titulado No leer realiza un recorrido personal y dice que la vocación de escribir nació en él como una instancia posterior a la vocación de la lectura. Y se debate por la profesionalización de sus estudios: ¿trabajar de crítico o de escritor de ficción?  La crítica literaria le plantea un lugar de autoridad, por un lado, y, por el otro, una “tiranía” de lecturas obligatorias –y no placenteras –; mientras que el oficio de escritor se le presenta como más “permisivo, caprichoso y espontáneo”.
Podemos extender esta disyuntiva hacia nosotros mismos como estudiantes que finalizamos nuestra experiencia en la carrera de letras, y nos iniciamos como docentes de Lengua y Literatura.  ¿Aprendemos acumulando lecturas canonizadas, repitiendo, revisando y repensando textos críticos que desearíamos “no leer”? ¿O existe la posibilidad de aprender y enseñar a partir del disfrute de la exploración personal y expresiva que nos regala el placer de la escritura, como diría Barthes?
Yo creo que sí. Los invito a hacerlo.

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