miércoles, 21 de noviembre de 2012

Monografía animada. Mayra Juanatey





En una de las secciones del parcial de Didáctica especial y Práctica de la enseñanza se nos pedía a los alumnos que resolviéramos una consigna teórica, empelando una forma textual ficcional (diálogo platónico, cielito de la gauchesca, escena teatral o guión de historieta). A primera vista la consigna asustaba, por ser novedosa, y a su vez entusiasmaba, por ser diferente.
Es conocido el dilema de los estudiantes de la carrera, por lo menos al comienzo o antes de empezar a cursar. 'Me gusta escribir, por eso quiero estudiar letras', dice algún esperanzado egresado de bachiller, a lo que el estudiante de letras avezado responde 'no piba, si te gusta escribir andá a un taller literario, en Puan te sacan las ganas de escribir'. Yo fui esa piba, cursé Teoría y Análisis, se me fueron las ganas de escribir y ahora me dedico a la ciencia (sí, soy de lingüística y me creo científica). Después de ese primer desamor con la literatura me fue difícil seguir acercándome a la ficción como mera lectora. Aunque me quisieron vender el rol del crítico, de la lectura activa, me dije: 'No, si no me dejan participar, eso no es para mí'.
Por eso, cuando se me propuso escribir ficción en el parcial sentí un poco de miedo (desde los 18 años que no escribía ficción). No me la jugué por los mal llamados géneros grandes y me aboqué a la historieta, con la que estoy más familiarizada. Siempre me gustó dibujar y alguna vez intenté hacer historietas, me considero una admiradora de la historieta cómica. Mis dibujos, en el ámbito académico, nunca habían salido de mis cuadernos de apuntes. Hacer una historieta con contenido teóricos, sabiendo que van a ser evaluados no era fácil. No lo fue. Opté por un guiño cómico, mi historieta tomó la forma de un call-center de atención al docente. Una docente desesperada, o sea una docente, llamaba y pedía asesoramiento a diferentes empleados del lugar, que no eran ni más ni menos que los autores leídos en la cursada. Como no conocía sus rostros los dibujé de espaldas, pensé que lo importante era lo que decían, además porque se trataba de una conversación telefónica. Mi profesora no se sumó a mis interrogantes y en la devolución me propuso que los podría haber dibujado de frente. Como dije antes, no fue fácil, de hecho la historieta terminó cargada de texto, terminó siendo un híbrido: una monografía animada. Nada mal.


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