En una de las secciones del parcial de Didáctica especial y Práctica de la enseñanza se nos pedía a los alumnos
que resolviéramos una consigna teórica, empelando una forma textual ficcional (diálogo platónico,
cielito de la gauchesca, escena teatral o guión de historieta). A primera vista la consigna
asustaba, por ser novedosa, y a su vez entusiasmaba, por ser diferente.
Es conocido el dilema de los estudiantes de la
carrera, por lo menos al comienzo o antes de empezar a cursar. 'Me gusta
escribir, por eso quiero estudiar letras', dice algún esperanzado egresado de
bachiller, a lo que el estudiante de letras avezado responde 'no piba, si te
gusta escribir andá a un taller literario, en Puan te sacan las ganas de
escribir'. Yo fui esa piba, cursé Teoría y Análisis, se me fueron las ganas de
escribir y ahora me dedico a la ciencia (sí, soy de lingüística y me creo
científica). Después de ese primer desamor con la literatura me fue difícil
seguir acercándome a la ficción como mera lectora. Aunque me quisieron vender
el rol del crítico, de la lectura activa, me dije: 'No, si no me dejan
participar, eso no es para mí'.
Por eso, cuando se me propuso escribir ficción en el
parcial sentí un poco de miedo (desde los 18 años que no escribía ficción). No
me la jugué por los mal llamados géneros grandes y me aboqué a la historieta,
con la que estoy más familiarizada. Siempre me gustó dibujar y alguna vez
intenté hacer historietas, me considero una admiradora de la historieta cómica.
Mis dibujos, en el ámbito académico, nunca habían salido de mis cuadernos de apuntes.
Hacer una historieta con contenido teóricos, sabiendo que van a ser evaluados
no era fácil. No lo fue. Opté por un guiño cómico, mi historieta tomó la forma
de un call-center de atención al docente. Una docente desesperada, o sea
una docente, llamaba y pedía asesoramiento a diferentes empleados del lugar,
que no eran ni más ni menos que los autores leídos en la cursada. Como no
conocía sus rostros los dibujé de espaldas, pensé que lo importante era lo que
decían, además porque se trataba de una conversación telefónica. Mi profesora
no se sumó a mis interrogantes y en la devolución me propuso que los podría
haber dibujado de frente. Como dije antes, no fue fácil, de hecho la historieta
terminó cargada de texto, terminó siendo un híbrido: una monografía animada.
Nada mal.
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