Es interesante porque mi
práctica “en sí” involucró para mí una reflexión acerca de esto mismo.
Cuando tuve que realizar el
parcial, fue difícil para mi como alumna discernir de qué modo había que
hacerlo, con qué objetivo, cómo sería evaluado, etc. Y estas dudas generaron un
sentimiento de incertidumbre que
repercutía en la elaboración de la consigna.
Ahora bien, cuando yo misma,
en mi posición de profe tuve que elaborar las consignas para la escritura de
los chicxsme enfrenté también a ese gran fantasma que es la práctica
académico-institucional. Y esto en dos sentidos: por un lado, para poder
redactarlas de modo comprensible y adecuado a la situación y los destinatarios
que las recibirían y, por el otro, porque una vez recibidas, las consignas
generaron una aparente confusión en los chicxs.
Al principio pensé que,
quizás, mis consignas no eran claras pero, luego, al recorrer los grupos me fui
dando cuenta que no era un problema en relación a la comprensión de lo
propuesto sino a su resolución. “Pero… mis repuestas son muy cortas” me decían
los chicos. Para ellos, responder en dos o tres renglones implicaba,
necesariamente la no completitud de lo pedido.
Esto fue en parte iguales
shockeante e iluminador para mí.
Desestructuró mis ideas acerca de las consignas y me permitió corroborar
cómo los lineamientos académicos, las supuestas prácticas aprobadas y correctas
están arraigadas desde tantos años en nuestro accionar que nos cuesta muchísimo llevar a cabo tareas que las sorteen o de
construyan. Pero, al mismo tiempo: ¡Qué importante es!
No sé qué clase de influencia
habrán tenido mis propuestas de debate y reflexión sobre la resolución de las “consignas” para los chicos pero, al menos, sirvieron para que, tanto
ellos como yo re-pensáramos. en mayor o menor profundidad, en algunas de esas
estructuras fosilizadas que nos atraviesan
e intentáramos explicárnoslas.
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