miércoles, 21 de noviembre de 2012

¡¿Escribir ficción para un parcial?! ¡¿Qué?! Balado, Jimena



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Creo que a todos los que cursamos Didáctica Especial, lo primero que nos llamó la atención, ya desde el primer cuatrimestre de la materia, fue el tuviéramos que ponernos en los zapatos de los que serían luego nuestros alumnos de secundaria. ¿Suena extraño, no? Como alumnos universitarios nunca nos vemos obligados a escribir ficción. Algunos pueden hacerlo por gusto, muchos pueden participar en talleres de escritura, pero lo cierto es que en la carrera no hay espacio para la ficción. Incluso hay poco espacio para ser creativos: se nos exige siempre fundamentar nuestras lecturas en teorías varias, incluir muchas citas de autoridad para poder confeccionar un apéndice de bibliografía súper extenso, dejando de lado lo que podrían ser lecturas personales, basadas en la obra misma.
Teniendo en cuenta todo esto, me encontré frente a la consigna de escribir ficción para el parcial. Además de todo lo anterior, ese detalle: escribir ficción en un parcial. ¿Cómo sería calificado? Mi primer instinto fue pensar “¡pero si no pueden calificar la calidad literaria…! Para que califiquen el contenido teórico, entonces formulen preguntas puntuales”. Insolente, lo sé. Todavía no me imaginaba lo fructífero que podía ser cruzar la ficción con la teoría; no tanto para el momento de la escritura, sino para la lectura. Trabajando con esta consigna, me di cuenta de que ésta era la manera ideal para descontracturar mi relación con la teoría didáctica, que hasta ese momento había sido, hay que decirlo, bastante tensa. Al tener que adaptar la teoría a un discurso de un personaje de la obra de teatro que fue el formato que elegí, me vi obligada a realmente pensar y repensar las propuestas de los autores teóricos: ¿A qué apuntan? ¿Cómo se diferencian uno de otro? ¿En qué puntos se asemejan sus planteos? Creo que lo más enriquecedor fue pensar a los autores como personajes con personalidades propias, sacarlos del texto e intentar imaginar cómo reaccionarían ante determinadas situaciones y planteos de otros personajes. Esta comprensión de sus propuestas fue, por mucho, más significativa que la mera “lectura y resumen” de un artículo para responder a una pregunta de parcial ordinario.
Por otra parte, esta consigna también me ayudó a repensar el hecho de que usualmente consideramos que la ficción y el conocimiento corren por carriles diferentes, cuando la verdad es que de los textos ficcionales nosotros, estudiantes de letras, siempre estamos extrayendo teorías, pero esa es casi una operación automatizada luego de años de carrera. Escribir esa obra de teatro fue la operación inversa: fue poner teoría en la ficción, y por lo tanto, conllevó un extrañamiento que derivó en una comprensión más profunda de ese contenido teórico.

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