Una idea atraviesa de oreja a
oreja al estudiante de Letras de la UBA, desde siempre: resolver un parcial es
sentarse frente a la computadora, los apuntes bien ordenados, café en mano, y
cigarrillos, un montón de cigarrillos. Además, resolver un parcial es poner
cara de serio, comerse las uñas, intentar controlar los nervios, pasarla mal
hasta encontrar una frase que se acomoda, y una cita que entra, y un discurso
(bastante prefabricado, a veces) que comienza a salir gracias a la cita.
Resulta que al estudiante de
Letras de la UBA le dicen que tiene que hacer un parcial en el que va a
necesitar la computadora, también los apuntes bien ordenados (y quizás los
demás artilugios), pero… pero que en lugar de tener que poner cara de serio y
uñas comidas, hay que ponerse a jugar creativamente con esos apuntes, jugar con
ese parcial. Ese estudiante de Letras soy yo, y ese parcial distinto es el de
Didáctica Especial.
Claro, uno se acostumbra. Y si
ensayé la cara de serio, la postura, durante tantos años, ¿por qué vienen a
plantearme que en un parcial uno se puede entretener? No. Yo, estudiante de
Letras, primera reacción, rechazo la consigna: no me gusta, no me parece seria.
Y habrá que hacerla, para rendir, total, debe ser fácil. Pero minga. No es
fácil y es seria. Exige un poco de cara de café incluso, pero… pero cuando comienzo
y me sale una rima (yo decidí hacer un cielito que tenía a Bombini y Díaz
Sunico como protagonistas), y resulta que la frase teórica de Bombini no cae
pesada sobre el papel, sino que cae volátil, como un juego y este estudiante
(que soy yo) siente que hacer un parcial serio (y difícil), no necesita postura
de “estoy haciendo un parcial serio y difícil”, y que, de no se sabe dónde,
aparece la sensación de diversión… Pausa. Diversión=Raro. Pero este estudiante
de Letras disfrutó, se divirtió. Y pensó:
Diversión como motor de
creatividad, como motor de aprendizaje. Esa consigna de parcial la resolví con
muchas ganas, la diversión (el placer de la diversión) me hizo volver una y
otra vez, porque mejorar la respuesta era no solamente una aprehensión solemne
de contenidos, era divertirme, era desafiar mi creatividad para amoldar un
texto ajeno, volverlo propio: no citar, sino entenderlo, y reversionar.
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