La situación de evaluación suele ser
tensa. Ya sea oral o escrito, presencial o domiciliario, suele vivirse con
cierto nerviosismo, en el mejo de los casos…nerviosismo extremo, para la
mayoría.
Es verdad que, con el paso del
tiempo, la situación se vuelve tan habitual que le vamos perdiendo miedo, de a
poco comenzamos a naturalizar ese momento ingrato al punto de actuar de manera
automática: recibimos las consignas, ponemos Times New Roman 12, interlineado
1, 5 y arrancamos a escribir.
Todos tenemos nuestros caballitos de
batallas, algunas frases hechas que parecieran salir solas, siempre en el
momento indicado porque la estructura se repite. Frente a tanto automatismo, el
momento ostranenie al recibir una
consigna de parcial que propone abordar bibliografía teórica desde géneros
pocos convencionales a la hora de evaluar como ser el diálogo platónico, el
cielito o la escena teatral.
Un poco de sorpresa, algo de
desconcierto…pero, con todo, hay que arrancar. Y lo que empieza como una
incógnita poco a poco va tomando forma. Apenas comencé a escribir mi escena
teatral me encontré reflexionando sobre mi propia escritura. Así como los
estudiantes de mi escena manifestaban que a través de ciertas actividades de
escritura podían reflexionar acerca de la construcción del boxeador Justo
Suárez en Torito de Julio Cortázar,
yo me encontraba frente a la computadora tratando de encontrar las palabras
exactas para “hacerlos hablar” como adolescentes.
El trabajar con un género no
convencional para llevar a cabo una evaluación me permitió poner en práctica
aquello mismo que estaba planteando a nivel teórico siguiendo a Bibbó: la
importancia de la escritura de ficción como herramienta para reflexionar no
sólo sobre la literatura sino también sobre la propia práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario