jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Ficción o realidad? Eugenia Medina



Estamos acostumbrados a diferenciar siempre y dejar bien en claro la diferencia entre lo que es real y lo que no lo es. El noticiero es realidad, el diario es realidad, un ensayo es realidad, un poema, un cuento o una historieta no lo son… pero me pregunto, ¿por qué? ¿Acaso la ficción no es también real? Una novela, un poema, una obra de teatro, ¿no están hechos de palabras reales, con lenguas reales, personajes y situaciones que son, al menos, posibles y existen en la imaginación? La ficción, ¿no funciona del mismo modo que la realidad? ¿Por qué, entonces, no podemos tratar dentro de la ficción asuntos reales, temas serios, cuestiones importantes? Yo creo que no hay un por qué, simplemente no estamos acostumbrados a hacerlo.
Hace algunos meses los profesores de Didáctica Especial y Prácticas de la Enseñanza, materia del Profesorado de Letras que estoy cursando en la Universidad de Buenos Aires, me entregaron una consigna de examen parcial que me obligó a reflexionar sobre estas cuestiones: debía escribir un diálogo platónico, un cielito de la gauchesca, una escena teatral o un guión de historieta en el que se expusieran los contenidos teóricos de la materia. La sola insinuación de que fuera posible tratar seriamente un contenido académico a través de la escritura de ficción fue una completa novedad para mí. Acostumbrada al “relacione”, “explique”, “analice”, “desarrolle” de los exámenes típicos de mi carrera, el mayor desafío no fue demostrar que conocía y podía manejar los conceptos teóricos de la asignatura sino establecer relaciones inusuales entre ellos. No fue sencillo afrontar este desafío: el marco ficcional habilitaba ubicar en un mismo nivel todas los pensamientos y teorías, sin importar la distancia de tiempo o de espacio que las separó en su origen, enfrentarlas para que dialoguen y, lo que resultó sumamente tentador, “jugar” con esas ideas, manejarlas con humor, ironía, desenfado, sin burlarme de ellas pero explorando sus debilidades y tomando posición para hacer quedar triunfante aquella que más me enriqueció. Acercar la teoría a lo cotidiano, alejarla de lo rigurosamente pautado y delimitado del trabajo monográfico, para que fluya por las líneas del papel, navegando entre las letras de la imaginación, haciendo gala de la firmeza y buena hechura que les impide naufragar.
Al realizar las prácticas docentes recordé en varias ocasiones ese parcial, resignificando la consigna del mismo: no solamente me había permitido acercarme a los contenidos de la asignatura de un modo diferente a las formas tradicionales de evaluación sino que también había habilitado un espacio para poner en práctica varias de esas ideas, experimentando la escritura de ficción y acercándome a lo que podrían sentir (¿inseguridad?, ¿ansiedad?, ¿placer?, ¿todo junto) mis futuros alumnos al desarrollar ellos mismos una consigna de escritura de ficción.

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