Cuando
leí la consigna 2 (titulada La ficción) del parcial de didáctica, pensé: “¡wow!
¿qué es esto?” Cuando la releí, inmediatamente elegí: una escena de una obra de
teatro. El resto de las opciones no iban (no me siento cómoda en ninguno de
esos géneros) y hace un tiempo que estoy coqueteando con la idea de empezar a
escribir obras de teatro.
El
problema, una vez hecha la elección, era la parte de discutir “alguna idea
relevante sobre la práctica de la enseñanza de la lengua y la literatura” a
partir de autores de la bibliografía leída. Pensé, pensé y nada. Pero me
gustaba la idea de convertir a los
autores en “personajes” o “voces”, ya que por fin los autores iban a dialogar,
literalmente hablando, y por fin se iban a materializar las metáforas
académicas que escuché en las clases de Puan.
Cuando
no me quedó otra alternativa que sentarme a escribir (el parcial fue durante
las vacaciones y yo me fui de viaje, así que lo tuve que redactar en una semana
cuando volví), me obligué a escribir a partir de los autores cuyas teorías más
me habían interesado: Maite Alvarado y Jerome Brunner (autor al que ya había
leído en otras materias y que siempre me gustó).
Maite,
Jerome, os presento. Se miraron y se quedaron callados. Después, me miraron a
mí. Los dos personajes ya habían encontrado su autora, pero ésta no sabía qué
hacer con ellos. Entonces, agarré los textos y me puse a tipear las citas que
más me habían gustado de cada texto, las ideas que yo consideraba más
importantes de cada uno. El texto de Jerome era más largo que el de Maite, y su
teoría tenía más aristas. Cuando en algún lugar leí que la literatura construye
subjetividades pensé: “sonamos: estoy más perdida de lo que yo pensaba”.
Hacerlos hablar a ellos a partir de esta idea central en Bruner me permitía
también pensar mis propios interrogantes relacionados a la literatura.
A
partir de los fragmentos copiados, empecé a imaginarme en qué situación los
podría hacer hablar y (se ve que estaba monotemática) se me ocurrió el patio de
una escuela. Una vez que los senté en un banquito del patio y los puse a
hablar, yo solo tuve que “cortar y pegar” y agregar detalles de la situación.
Esta charla entre mi Maite y mi Jerome me permitió hacerlos decir lo que yo
quería, pero intentando que sus palabras fueran verosímiles, y para eso me
cuidaba de no alejarme de sus teorías. Los hice problematizar lo que decían
según las preguntas que yo les hago en mi cabeza. Este ejercicio de escribir de
manera descontracturada me permitió acercarme a los autores desde un lugar más
cómodo, pero sin alejarme de lo que yo entiendo que ellos hubieran dicho.
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