Mi experiencia como alumna de la facultad de Filosofía y Letras y, sobre todo, de la carrera de Letras me ha demostrado que la bibliografía es un sustento teórico para seguir una linealidad de reflexión literaria, es decir, es teoría para la teoría. El hecho de que la bibliografía sea aplicada para la creación inventiva o ficcional que proponía la consigna de parcial, en principio me generó una sensación de extrañeza. Si hay una premisa con la cual nos encontramos los estudiantes de Letras al iniciar los primeros pasos en ella, es la de que esta carrera genera una base tan crítica en la escritura que cualquier atisbo artístico que uno tenga será automáticamente bloqueado frente a tanto “juicio literario”. Personalmente recuerdo decir a un profesor de Teoría y Análisis Literario que la carrera no era la más indicada para quienes tienen bríos de escritores.
Por lo tanto, la propuesta de cruzar bibliografía teórica con ficción fue un gran desafío. Más allá de la herramienta que resulta ser la bibliografía para cambiar mi manera de concebir a la literatura dentro del ámbito escolar, me permite volver a confiar en la idea de que la lectura despierta capacidades de invención. Y comprobar que, como dice Bombini, el lector es un sujeto deseoso de escribir e intervenir activamente en una polémica. Asimismo revaloré el papel del lector, fundamental en la literatura, ya que, como sostiene Barthes en su artículo “Escribir la lectura”, va escribiendo cada vez que detiene su lectura para levantar la cabeza. Las formas transindividuales de la lectura que plantea este autor activan códigos y estereotipos individuales en cada lector y, precisamente, eso es lo que aporta una marca propia de escritor.
Qué cosas fui escribiendo cuando leí el Martín Fierro, los cuentos de Cortázar o El juguete rabioso en mi escuela secundaria. Qué cosas fueron escribiendo los alumnos de mis prácticas cuando leyeron el goticismo de Poe, la ciencia ficción de Bradbury luego de leer-escribir teatro contemporáneo argentino en la cursada. Comprendí que tanto lo que escribí cuando releí las Aguafuertes Porteñas, y que luego plasmé en mi texto ficcional, como lo que fueron escribiendo los alumnos de mis prácticas, cuando leían a Poe y Bradbury, son manifestación de la libertad de escritura que la lectura nos concede.
No hay comentarios:
Publicar un comentario