Considero que la escritura de un diario de clase permite reflexionar acerca de los modos de apropiación de la bibliografía y de los cruces de la teoría con la práctica didáctica. Además permite volver sobre la clase dada y sobre aquellos textos críticos que nos ayudaron a pensarla. En esta cátedra fueron varios los textos que me permitieron pensar la clase a modo de guión conjetural y además me permitieron esa libertad de volver sobre la reflexión en la escritura del diario de clase. Algunos textos como La trama de los textos de Bombini y La invención de lo cotidiano de Michel de Certeau fueron de suma importancia a la hora de pensar en la literatura en tanto situación de comunicación y además en pensar cuál era la implicación de la práctica de la lectura. De Certeau me ayudó a reflexionar en los lectores como viajeros y Bombini en la pluralidad de voces que leen un texto.
La diversidad de bibliografía propuesta por la cátedra dio lugar, en mí particularmente, a abrirme a nuevos perspectivas, a pensar la literatura en un marco ligado más al deseo que al “deber ser” como discurso establecido y estereotipado que estructura y cancela esa pluralidad de voces que surgen cuando uno se pregunta: ¿Cuál es la representación de literatura que tiene cada uno de los alumnos? y también ¿cuál es mi propia representación de literatura a la hora de dar clases? Yo creo que estas preguntas fueron estructurales en mi práctica educativa y la bibliografía me sirvió muchísimo ya que me permitió rever toda mi formación académica en la universidad y volver sobre aquellos autores claves que me abrían la posibilidad de pensar la literatura como objeto de conocimiento. A saber Roland Barhes con su libro El susurro del lenguaje y también Foucault con su obra Las palabras y las cosas. Autores que me permitieron pensar mi relación con el conocimiento y a partir de allí considerar la posibilidad de una didáctica crítica que permita la posibilidad de poner en cuestión la literatura tanto en la planificación de las clases como en las clases misma. También me permitieron la libertad de pensar las clases de literatura como un espacio de reflexión abierto, dinámico y flexible donde puede existir la posibilidad de producir y jugar con las palabras en conexión directa con el deseo muchas veces clausurado o relegado.
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