Noelia almada
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Termina el primer cuatrimestre y una serie de lecturas quedan sin rumbo fijo en mi cabeza. Parcial domiciliario, consigna de ficción y elijo hacer una aguafuerte. "Qué difícil" digo cuando estoy frente a la máquina a unos días de la fecha de entrega del primer parcial. Sin embargo, luego de recordar durante unos momentos mis primeras lecturas arltianas en la adolescencia, aquella edición de bolsillo de las Aguafuertes que me acompaño un verano y una fila de personajes pasan por mi mente: el hombre del sombrero calado, el que siempre da la razón y hombre honrado que vive una tragedia son algunos de ellos. Pienso en los profesores de lengua que aparecieron en mi recorrido escolar y profesional. Pienso en mi propia práctica. Aparecen conceptos: escritura, invención, apropiación, valla, trampolín, por un lado; y por otro, manual, lenguaje prestigioso, guías de lectura, sujeto, predicado. Entonces surge la tragedia de Marité, una ficción que creo que tiene que ver con mis miedos acerca de mi futuro profesional. No quiero ser como ese personaje inspirado en situaciones, comentarios y personas reales. Por lo tanto decido conjurar mis miedos retratando lo que no quiero ser. No quiero trabajar con el manual, no quiero dictar definiciones, no quiero dar guías de lectura. Quiero hacerlos producir, quiero confiar en que pueden escribir textos complejos. No quiero pensar que son "maleducados”, “semianalfabetos" y que están condenados a permanecer al margen del lenguaje escrito. Con estos pensamientos empiezo a escribir, y a diferencia de la consigna A, esta fluye, sólo me detengo cuando veo que mi sintaxis se vuelve un poco confusa y me obliga a reformular.
Esta ficción se forja a partir de la tensión entre los modelos tradicionales de enseñanza de Lengua y Literatura y aquellas propuestas que consideran que los chicos tienen una competencia en el lenguaje escrito que tienen que desarrollar a partir del ejercicio de la escritura, permitiendo la construcción del conocimiento desde la misma práctica.
Es un texto donde conjugué imaginación, “saberes arltianos” y saberes didácticos recientemente adquiridos a través de una bibliografía novedosa en mi recorrido de lecturas sobre enseñanza-aprendizaje en el campo de las Letras. Creo que fue un acto que apuntó a recuperar mi competencia como escritora de ficción, borrada por la competencia de escritura académica que es la única contemplada en mi historia de estudiante universitaria. Apuntó y supongo que en algún punto lo realizó. De lo que estoy segura es que aportó a conjurar mis miedos de ser Marité, alguien que proyecta en sus alumnos sus propias falencias para producir conocimiento.
Con esta entrada se da inicio a este blog, que no es más que el diario de alguien que se inicia en el resistido ejercicio de dar puntapiés para que otros también puedan encontrar su propia voz a partir de lenguajes ajenos.
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