sábado, 4 de diciembre de 2010

El Bombini o de la apropiación de bibliografía teórica por medio de la ficcionalización-Ezequiel Vila


Como ya estarán cansados de leer en estas entradas trasnochadas, este cuatrimestre estoy terminando el último sprint de la carrera de postas didáctica que me mantuvo a las corridas durante 2009 con General y ahora este 2010 que se acaba con Especial. Como toda carrera (académica) tiene sus vallas y sus tropezones. Si bien nadie puede decir en Puan que haya completado la lectura del programa de cualquier materia sin que se le caiga la cara de mármol, debo reconocer con no poca vergüenza que con las didácticas me la pasé a los saltos. Aunque, dentro los límites de lo posible, he leído más de lo que mi conciencia me dictaba que era necesario. Esta relación no siempre es proporcional, cualquier estudiante universitario lo sabe. De hecho, el primer parcial de General fue un desastre a pesar de que no dejé apunte sin marcar. Sin embargo, el tema que convoca esta actualización se concentra en la experiencia contraria. A lo largo de la carrera nos acostumbramos a leer con mejor o mayor fortuna diferentes corpus corpora con teoría más o menos pertinentes que nos permiten extraer elementos para operar con ellos en el texto crítico. Ahora, ¿qué pasa cuándo somos animados a realizar esas operaciones en una escritura alejada del género monográfico? El parcial de Didáctica Especial proponía justamente cruzar algunos textos de la bibliografía obligatoria en dos textualidades diferentes, de las cuales yo elegí puntualmente la realización de un diálogo platónico (sabrán los lectores asiduos que este género me es simpático desde el CBC y que reviví el gusto cursando Renacimiento). Más allá del resultado del ejercicio (quizás disponible en una próxima entrada), es interesante ver como esos textos teóricos toman una voz y un cuerpo definidos en el contexto los saberes de un género que uno tiene y las alteraciones que se generan a partir de ahí. Más allá del lenguaje arcaizante artificial que me fascina de las traducciones de textos antiguos hay cambios significativos. Por ejemplo, mi texto no tiene un Sócrates, sino que la mayéutica se turna entre los tres personajes a medida que la discusión avanza. Esta forma de trabajar, al margen de otorgarnos una posibilidad dorada de salvar de la letanía de los papers una cosa tan bella como el conocimiento disciplinar, abre nuevas posibilidades para la reflexión. Las elecciones genéricas que tomamos hablan de nuestras interpretaciones más de lo que creemos. La primera hoja de algunos comics de Evangelion mostraban a los personajes en una situación arquetípica ajena a la lógica del relato: todos disfrazados de vaqueros, personajes de Caperucita Roja, etc. ¿Quién es el lobo? ¿Quién la abuelita? Ese extrañamiento, sin embargo, decía algo de la visión de Kurumada sobre su obra. Algo así me parece que pasa con esta vía de apropiación de los textos.

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