En el primer parcial de Didáctica especial y Práctica de la Enseñanza en Letras nos propusieron un ejercicio de escritura literaria (a la manera de una aguafuerte arltiana, un cielito criollo o un diálogo platónico) en el que teníamos que introducir alguna problemática vinculada a la enseñanza de la lengua y la literatura. Sinceramente, al principio provocó un gran malestar en casi todos los compañeros (en mí incluida), supongo que por la falta de costumbre de tener que escribir literatura en esta carrera en la que uno se la pasa leyendo literatura de otros. Una vez que logré dejar mis prejuicios de lado y sentarme a escribir debo confesar que la pasé muy bien.
Luego de leer una cantidad considerable de aguafuertes porteñas de Arlt para tomar de modelo, el texto que finalmente construí no tenía casi nada que ver con el género. Para darle una vuelta de tuerca a la consigna decidí incrustar un aguafuerte dentro de mi trama en la que un narrador adulto en primera persona recordaba algunos momentos significativos de su paso por la institución escolar. Además de la forma, tampoco respeté la consigna en relación con la introducción de una problemática vinculada a la bibliografía teórica. Lo que sí respeté fue el escribir un texto, con ciertos rasgos literarios, que reflexionara a través de su temática acerca de algún aspecto de la educación.
Al margen de estos distanciamientos entre la consigna y mi producción, quiero reconocer que me sirvió mucho encontrarme en el lugar de tener que escribir un texto de ficción poco tiempo antes de ser yo la que proponga una escritura de ficción a otros. En ese sentido me ayudó a experimentar en carne propia y entender desde allí las resistencias internas, la dificultad frente a la página en blanco, las vueltas y vueltas por no saber cómo empezar o cómo seguir, la corrección no ya desde lo conceptual sino desde cierto estilo que uno pretende darle al texto antes de su cierre, y muchas otras cosas vinculadas a una búsqueda de escritura “literaria” que quizás no se ponen tan en juego cuando uno escribe los tan acostumbrados informes, ensayos y monografías. Me di cuenta en ese momento que, absurdamente, estaba quejándome por tener que hacer el mismo trabajo que tenía ganas de proponer a otros. Y así fue de hecho, que dos meses más tarde nos encontrábamos con mis compañeros frente a un grupo de jóvenes pensando distintas maneras de estimular, promover y producir escritura literaria con ellos.
En relación con la bibliografía teórica, aunque no la haya incluido demasiado en ese punto del parcial (aunque sí en el artículo para colegas), me sirvió para prestar atención y reflexionar acerca de determinadas cuestiones vinculadas a la enseñanza de nuestra disciplina en la que no había reparado hasta el momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario