Es interesante volver sobre la cursada de Didáctica General y repensar todo lo que pasó durante el año. Las dos mitades de la cursada fueron complicadas por razones diferentes.
De marzo a junio nos encontrábamos todos muy perdidos, y esa sería sin dudas la síntesis de lo que fue en un principio la experiencia de esta materia. Los teóricos nos dejaban pasmados. Queríamos oír afirmaciones pero las clases estaban repletas de condicionales y mitigadores. En esa sensación se entremezclaba mi relación con el material de lectura. Entendía a dónde apuntaba pero no podía terminar de darle un uso, no me sentía segura, no sabía bien si podía sacarle provecho. Creo que me faltaba tener una base desde la cual asignar sentido tanto a los textos como a las clases, nos faltaba una experiencia para poder asignar sentido a todo eso, y para darle utilidad. Por eso los teóricos por momentos parecían no avanzar, costaba mucho entrar en sintonía; ahora me parece que entiendo a dónde apunta Bombini pero durante los primeros meses, cuando uno aún está cargado con sus propias expectativas y costumbre de lo que es una materia y lo que debería ser Didáctica Especial, es imposible adecuarse a la propuesta de la cátedra. En este sentido me parece que apropiarse de los textos es una tarea muy difícil de encarar mientras no está claro el lugar de uno en la producción de sentidos.
Me costó mucho leer el material didáctico, me resultaba aburrido, ajeno, lejano respecto de lo que buscaba o esperaba.
Para la segunda parte del cuatrimestre ya había perdido el rastro de los textos, y cuando encaré las prácticas, o mejor dicho, después de las prácticas, a la hora de la reflexión más profunda, me di cuenta de que podría haberlos aprovechado. Quizás si el orden de tareas cambiara, o si las clases teóricas se organizaran de otro modo, con algo que nos invitara a leer desde determinados lugares, la relación con los textos cambiaría. Quienes no habíamos practicado la docencia antes de iniciar la cursada nos sentíamos invitados a hacer opinología; hay cosas de los chicos que sólo se empiezan a imaginar cuando se ha estado con un grupo. ¿Qué representaciones tienen los chicos del docente y de la clase de Lengua y Literatura? ¿Cómo influyen en la clase, en el modo de trabajar, en la dificultad de las consignas? Esas son dimensiones del trabajo en el aula que sólo vislumbro ahora que empecé a ejercer, y que me hubieran ayudado a leer los materiales de Didáctica Especial, a apropiármelos.
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