sábado, 4 de diciembre de 2010

Sobre el parcial de Didáctica especial: Una consigna que no pasa el antidoping-Facundo Gómez


En Didáctica nos hicieron escribir para el parcial un cielito, un diálogo patriótico o una aguafuerte arltiana. El desconcierto fue general. No estaba claro el por qué esa forma tan poco ortodoxa de evaluar la cursada. Una compañera creía haber dado con la respuesta: “¿De qué fuma Bombini? ¡Qué convide!”.

Entre dudas, yo elegí usar el aguafuerte. Aproveché mi nefasta experiencia en la mesa de exámenes de la escuela donde doy clases: sólo hacía falta exagerar algunos rasgos de los docentes que conocí. Pero cuando llegó el momento de describir al personaje que referencialmente me correspondía, debí realizar un distanciamiento. Tuve que inventar un personaje sin referencias claras. Lo mismo hice con los demás profesores: me distancié de los ellos y pensé en las imágenes de docentes que circulan en las aulas y en mi propio imaginario. Recién ahí me cerró el texto. Entregué el parcial y listo.

Cuando pensé que ya estaba todo cocinado, la profesora me envió una consigna sobre el aguafuerte. Ya casi ni me acordaba de lo lisérgico que nos había parecido la propuesta inicial. Pero al releer mi texto, me di cuenta de que durante todas mis prácticas yo había acudido a consignas parecidas, aquellas que entrelazan problemas disciplinares en prácticas de escritura ficcional y obligan a una reflexión sobre el género, los conocimientos construidos y las herramientas conceptuales adquiridas. Y ahí me cayó la ficha: en la confección del trabajo latían las lecturas que había estado haciendo en la cursada. Allí, en mi aguafuerte estaban los artículos y libros de Bombini (sobre todo, el capítulo “Vidas de profesores” de Reinventar la enseñanza..., con esa frase genial, dicha por una profesora francesa y que repito cada vez que salgo de un aula con la garganta partida: “un trabajo de mierda”). También estaba Cuesta, Díaz Súnico y las discusiones de los prácticos con Gloria Fernández. Una pregunta teórica sobre el profesor de letras, su formación, su relación con la literatura, sus ideas sobre la enseñanza, las problemáticas de la dinámica institucional no me hubiera generado tantas reflexiones como las que me produjo la producción del texto ficcional. El aguafuerte fue un complejo recorrido por las lecturas, la experiencia escolar y mis posiciones pedagógicas.

Si la veo a mi compañera le voy a decir sí, que Bombini estaba fumando algo. Y que sin darnos cuenta, los docentes nos convidaron de eso a través de las clases, las lecturas, la consignas. Y que también quedamos re locos. La literatura en la aulas no puede ser repensada de otra manera.


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