La escritura de ficción no suele ser empleada en el ámbito académico. Como estudiante de la carrera de Letras de la UBA, arriesgo que esto debe pasar porque…:
- a los fines verdaderamente no tiene utilidad: Si lo que se enseña son obras literarias y teorías lingüísticas, ¿para qué los profesores destinarían tiempo a esta actividad?
- no la han enseñado: Nuestra carrera no está pensada para que aprendamos a escribir, sino a leer; nos recomiendan asistir a talleres literarios llegado el caso de que queramos hacerlo.
- es muy difícil corregirla: ¿Cómo podrían los docentes separar sus gustos subjetivos a la hora de evaluarla?
Tal vez sea hora de recordar aquello que nos enseñaron en la cursada de Didáctica Especial. La estrategia de hacernos escribir ficción en uno de los ejercicios del parcial fue muy efectiva a la hora de recordarnos para qué debíamos llevarla a cabo en nuestras prácticas.
Teniendo en cuenta la bibliografía acerca de Grafein sabíamos que la consigna tenía “algo de valla y algo de trampolín”: podíamos elegir entre tres opciones y para todas teníamos un objetivo. Lejos de la idea de inspiración y de originalidad, la escritura de ficción era el medio por el cual teníamos la oportunidad de expresar aquello que habíamos aprendido durante la cursada. Así como mostramos nuestros conocimientos a partir del formato de escritura académica, la ficción era la manera de hacer lo mismo con el agregado de motivarnos más ante la consigna nada convencional. Precisamente ahí reside su ventaja respecto de las otras actividades académicas, en que nosotros como alumnos nos sintamos desafiados y, por ende, pongamos más ahínco para cumplirla.
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