sábado, 4 de diciembre de 2010

Aguafuertes didácticas-Paula Hoyos Hattori

En la carrera de Letras los alumnos pocas veces nos cruzamos con el desafío de escribir ficción. Releo la oración anterior y mejor corrijo el circunstancial temporal: mejor pongo nunca. Puertas adentro de la facultad nadie nos enseña ni nos exige la escritura de ficción. El que quiere ser escritor, sabe que la academia no va a aportarle las herramientas para su búsqueda, sabe que tiene que explorar solo, o al menos, en espacios ajenos a los pasillos de Puan.

Ahora releo el párrafo anterior y resulta que el nunca tan rotundo tiene una única excepción: un parcial de Didáctica Especial, en el que se nos pidió escribir a la manera de las aguafuertes de Arlt, de los cielitos patrióticos o de los diálogos platónicos. ¿Qué nos proponían con esa consigna?, ¿para qué escribir ficción, por primera vez en la facultad, tan cerca del final?

Por mi parte, elegí el modelo arltiano y, sin premeditarlo demasiado, comencé la escritura narrativa de ciertas experiencias recientes como docente de la Escuela Media. A medida que avanzaba en el texto, noté dos cuestiones: primero, que el ejercicio me gustaba; luego, que se iban colando en el relato reflexiones sobre la práctica de la enseñanza que resonaban en los textos que, para ese mismo parcial, había estado leyendo en esas semanas. Pero ese colarse de los problemas planteados desde la teoría era peculiar, porque por primera vez nacía en el fluir mismo de la práctica de la escritura: no había necesidad de la cita erudita a De Certeau o a Bourdieu, ni de la nota al pie, ni del formato americano de la cita académica, para que el lector calificado (es decir, la profesora que corregiría el trabajo) entendiera la velada referencia, la llegada por la vía de la narración de ideas, problemas, perspectivas, planteadas por la bibliografía de la materia.

Tal vez, ahora pienso, fue la espontaneidad de la escritura la que permitió ese fluir de ideas. Pero también (pensando ahora en la devolución de la docente sobre mi modesta aguafuerte) fue ella quien me impidió abordar ciertas cuestiones particulares de la enseñanza de Prácticas del Lenguaje.

En un punto del texto, me olvidé de la consigna para proseguir el relato, invirtiendo el olvido usual en el que me ayuda a caer la facultad materia tras materia: el olvido del placer de escribir o leer los textos, para proseguir con la consigna…


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