sábado, 4 de diciembre de 2010

29 de noviembre de 2010 – Lucía Folcini

¡Fin de año! Mientras intentaba ordenar las pilas y pilas de apuntes leídos a lo largo de estos dos cuatrimestres, iba pensando qué espacio asignarles a cada uno: la báulera, los cajones del escritorio, la biblioteca…A la vez qué pensaba sobre esto iba hojeándolos una vez más y reparaba en las anotaciones al margen de algunos de ellos. Me preguntaba si alguna vez volvería a leerlos o si quedarían en el olvido junto a otros tantos apuntes fotocopiados. ¿Cuáles de éstos textos y autores me hicieron pensar más mi propia práctica docente? ¿Cuáles me abrieron la cabeza? ¿Cuáles creo que quedarán en el olvido? ¿Chevallard? ¿Geertz? ¿Bombini? ¿Díaz Súnico?

¿La transposición didáctica de Chevallard? ¡A la baulera.!...

¿Dónde está el niño que yo fui? de Gloria Fernández, mejor a la biblioteca porque me va a servir si sigo dando talleres en Institutos de menores…

¿“Escribir la lectura” de Roland Barthes? Uf, ¡cuántas cosas me vienen a la mente! Empiezo a hojearlo y encuentro muchas anotaciones en los márgenes, párrafos subrayados, etc. Paso las hojas y me encuentro con un oración que resalta del resto porque está en rojo y porque al costado tiene dos signos de admiración: “…la lectura resulta ser verdaderamente una producción […] de trabajo: el producto (consumido) se convierte en producción, en promesa, en deseo de producción, y la cadena de deseos comienza a desencadenarse, hasta que cada lectura vale por la escritura que engendra, y así hasta el infinito.” Me acuerdo que la primera vez que leí este artículo no me llamó tanto la atención. Unos meses después volví a leerlo y la sensación fue otra. Cada frase iba adquiriendo un significado nuevo y diferente. Ahora, después de haber terminado las prácticas para ser Profesora, leo esa frase en rojo y pienso que sí, que cada lectura vale por la escritura que genera. Sigo pasando las hojas y veo más signos de admiración en rojo. ¿“Escribir la lectura” de Roland Barthes? ¡A la mesita de luz! Definitivamente quiero tenerlo cerca para seguir encontrándole nuevos sentidos y leerlo, como dice Barthes, perdiéndole el respeto: “esa lectura irrespetuosa, porque interrumpe el texto, y a la vez prendada de él, al que retorna para nutrirse…”.

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