Creo que al cruzar bibliografía y ficción me fue posible expresarme con más soltura y además con una mirada extrañada acerca de una determinada situación de la escuela contemporánea; la imaginación así ingresa en la construcción de una textualidad que tiende a dejar de lado planteos normativos o dogmáticos: creo que a partir de este tipo de enfoques la reflexión didáctica a la vez que moviliza, exige esa movilización: quiero decir que luego de esa consigna dejamos de ser alumnos para ser alumnos-practicantes – así, la ficción misma estaría dando cuenta de que en esta disciplina no hay praxis sin teoría ni teoría sin praxis-. Por otra parte, si en un principio la consigna tuvo algo de situación meta -la reflexión estuvo puesta desde el principio sobre lo que desde que tengo uso de razón hago, estudiar, pero a la vez esta revisión no quedó clausurada, y ni siquiera se cristalizó en el presente (y no tendría sentido si no disparara también redes de análisis hacia el futuro)-, si en ese momento tuve la sensación de realizar una actividad aunque muy nueva a la vez conocida, rápidamente me vi movilizada desde ese lugar hacia un lugar distinto – ahora yo misma estaba adentro de esa ficción, en una situación que sería leída pronto como texto- . Casi como si se tratara de un salto: a partir de ser alumna, ser alumna-escritora, ser alumna-investigadora, ser alumna-practicante-, y luego volver sobre mis pasos, saltar de nuevo para atrás. Como alumna puedo decir que la perspectiva teórica rebatió muchas cuestiones que quizá yo sospechaba erróneas pero de las que no podía dar cuenta con demasiada claridad, o conceptualizó una práctica que muchas veces llevaba a cabo de manera sobre todo intuitiva, sin poder darle un estatus teórico fundamental para avanzar en la reflexión. Creo que la ficción también permitió tener en cuenta la experiencia de los otros, y posibilitó con más libertad parodiar, ser voyeur, describir, usar recursos y figuras retóricas – se me ocurren, entre las que utilicé, la paradoja y la hipérbole-. Además me parece una forma muy interesante de detenerme en el campo semántico que rodea a la escuela – y, que podríamos decir, incluso la define-: quizá esta sea una forma de rebatir cualquier concepción que considere que hay una verdad que develar más atrás de la lengua que la encubre. Las prácticas volvieron a cuestionar a la teoría a la vez que se valieron de ella en los auoregistros: la investigación volvió a disparar redes que retroalimentaron observaciones del aula que son propiamente empíricas en vistas a cómo seguir en esta tarea – y que tuve la percepción de que no distaron demasiado de la escritura de ficción-. Por último también considero que el cruzar bibliografía y ficción permite escribir sin sacar conclusiones tajantes, que se alejen de la lógica narrativa – o claro, que sí lo hagan, pero con una propuesta que se justifique no sólo desde el marco teórico sino también a partir de la ficción misma-: si las conclusiones se desprenden no de cada consigna sino del cruce ficción-bibliografía, teoría-practica, de este salto que obliga a volver sobre los pasos, las conclusiones entonces realmente no son más que provisorias, ensayos de otra conclusión, y en este sentido pareciera que la didáctica necesita avanzar siempre un paso más sobre sí misma para definirse.
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