Lo que sentí como alumna, a lo largo del curso de la materia, fue una amplia libertad. Libertad para elegir un enfoque al momento de realizar el parcial y también para llevar a cabo las prácticas. El cruce de la bibliografía con la escritura de ficción fue muy novedoso, porque nunca antes en la carrera me habían pedido que escribiera algo de ficción. Me costó mucho porque no escribo, y me transportó de alguna manera al pasado, a la adolescencia y a las primeras aproximaciones a la literatura.
Al mismo tiempo, la posibilidad de enfocar un problema de la enseñanza de la lengua y la literatura también permitió darle al parcial y a las prácticas un mismo sentido, asociar la teoría con la práctica y vivir la experiencia en carne propia.
De alguna manera, escribir sobre un problema, reflexionar desde la práctica y trabajar con bibliografía al respecto fue una manera de ver y tratar el tema desde todos los ángulos posibles. La complejidad de los problemas en la enseñanza de la lengua y la literatura es tal que no se me ocurre la posibilidad de elaborar una lista finita y trabajar sobre un ítem, sino más bien lo veo como una trama que incluye problemas teóricos, vinculares, sociales, situacionales (entre otros), que se cruzan y forman una infinidad de aspectos interesantes para la materia.
La lectura de la bibliografía me permitió explorar un aspecto de la enseñanza de la materia que me atrapó, el control que, como docente, siempre necesité tener sobre los alumnos, los temas, los textos y los resultados.
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