sábado, 4 de diciembre de 2010

A dar clases se aprende dando-Martina Guevara


Ya en didáctica general me daban textos dónde se preguntaban sí la didáctica era un arte o una ciencia. Ni una ni otra, pensaba yo, una práctica no más y cuando entré a didáctica especial lo hice esperando el momento para entrar a un aula y comenzar actuar. Pero no, más bibliografía durante todo el cuatrimestre hasta la “performance” final de dos semanas. Y nadie nos prepara? Y no hay prueba piloto? Y si jugamos a que algunos somos los profesores y otros los alumnos? No, nada más; biografía y un guión. Yo estudio guión en otra facultad, una de cine, entonces sí que no entendí nada. Qué era eso de guionar una clase futura? Una clase que no sabía si se iba a “filmar” como yo quería, en la que tenía que haber plan B, en la que tenía que ponerme en la cabeza del alumno e imaginarme como iba a reaccionar.??? Yo nunca me había parado frente a una clase (ni siquiera di particulares, debo admitirlo) y me parecía demasiado que me exigiesen la psiquis de alumnos irreales. Después los mails, la profesora diciéndome que mis clases no iban para ningún lado y preguntándome dónde había quedado la bibliografía. La bibliografía o la pila de didáctica se acumulaba en mi escritorio y me angustiaba de sólo mirarla. Pero en las idas y venidas de discusiones con mi compañera y con la profesora, algo quedaba clarísimo: seguíamos reproduciendo las mismas clases que nosotras habíamos tenido de chicas. De alguna forma, como un problema planteado para Yves Chevallard, me di cuenta que no estaba asumiendo mi rol de estudiante dentro del sistema de enseñanza específico de la didáctica, y que buscaba en la cátedra un aval a mi propia experiencia, un acompañamiento terapeútico, no se... pero no en tanto un campo de saber problemático que requiriese de una aceptación de una modificación en mi estructura de pensamiento a partir del trabajo de los docentes. Bombini en “Reiventar la enseñanza de la lengua y la literatura” decía que se debía reflexionar sobre los problemas específicos de lengua y literatura, era evidente que había que hacer lo mismo con el saber de la didáctica. A partir de ahí los textos se volvieron como alertas al peligro de una reproducción mecánica de mis clases de castellano de secundario. Entiendo que, al mismo tiempo, la cátedra de didáctica se niegue a repetir sus clases universitarias: sus consignas piden textos de ficción. Probablemente, uno mejore en dar clases dando (espero!) pero no creo que se aprenda sin advertir sobre el peligro de ciertas continuidades. Cuando leo a Maite Alvarado me quedo con la idea de que enseñar a escribir en un aula no será efectivo si no limito una consigna y de Sergio Frugoni el pensamiento de que la consigna no sea tan estricta que termine por esconder la individualidad del escritor. Un texto no excluye al otro pero sí se reflexionan mutuamente. Sin fórmulas pero con alarmás, así fui y fue mi acto final e inaugural frente a un aula...lo de recién, mi reflexión.

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