Incorporar textos teóricos a una ficción es lo más desestructurador que se le puede hacer a un estudiante de letras. Confiado en su capacidad de conceptualizar y, en general, de escribir ficción, hacer las dos cosas parece imposible y, a la vez, un desafío personal. Creo que hoy resolvería esa consigan de otra forma. La releí algunas veces, no me parece claro el vínculo entre los textos que elegí trabajar y lo que escribí. Me doy cuenta de que mi intención era pensar el problema del conocimiento en el secundario y la distancia entre los saberes universitarios. Quizás hoy trabajaría más con el texto de Transposición didáctica de Chevallard, que tanto me costó entender en su momento. Quise recuperar ese momento del choque en el cual una profesora, que es a la vez una joven estudiante, quiere trasmitir a sus estudiantes la maravilla de la literatura y del placer de leer y se encuentra con la realidad inevitable de una nota que hay que poner, un libro de textos al que tiene que ceñirse y una madre que no va a aceptar que su hijo repita. Hoy veo otros problemas más pequeños, que no hubiera sabido siquiera pensar, problemas en el aula, acerca de qué recuperar de un texto y que no, acerca de cómo llegar a un contenido
Me parece que hay un cambio muy drástico entre los textos antes y después de estar en el aula. Sinceramente creo que algunos textos pasan de no tener sentido alguno a ser fundamentales. Son textos que no pueden dejar de lado los contextos, cuando todavía los leemos con idiosincrasia universitaria, en busca de conceptos puros y duros, no parecen tener sentido alguno. Recuerdo que para mí algunos textos realmente no decían nada, hasta que tuve que volver a ellos y hoy son cabecera, vuelvo a ellos una y otra vez. Los que hablan de la lectura, de la escritura, del saber, de lo que hice yo, de lo que voy a hacer. La bibliografía me resultaba repetitiva, simple, pero lo que pasaba es que estaba escrita en otro idioma. No pude ver el texto de Alonso más que como reliquia del pasado, y no como perspectiva acerca de la enseñanza de la lengua y la literatura. Yo ya había dado clases, y aun así cambió mi forma de leerlos, me imagino que quien jamás pisó un aula debe tener los mismos reparos acerca de los textos, recuerdo conversaciones con mis compañeros sobre la bibliografía de didáctica, sobre todo en el primer cuatrimestre: “no dice nada”, “no leas son todos iguales”. Como si se tratara de entender crítica de arte y jamás haber visto un cuadro. Así, la primera parte del cuatrimestre pasó rápido, sin pena ni gloria. Me hubiera gustado más pensar los textos después de las prácticas, con algo que decir o, por lo menos, habiendo hecho algo que me hiciera sentir que estaban escritos para mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario