sábado, 4 de diciembre de 2010

“Pura experiencia” – Martín Villagarcía

La teoría sobre algo que en verdad es práctico siempre resulta un tanto vaga. Por más exhaustiva que sea, por más que abarque todas las problemáticas que se le pueden llegar a presentar a uno a la hora de llevar a cabo dicha actividad, no es sino hasta que uno se pone manos a la obra que el aprendizaje cobra espesor.

Esto mismo ocurre con las materias didácticas. Ya desde Didáctica General, donde se trata de otorgar al alumno una base sobre la que construir la propia formación docente, todo lo que se lee, se habla e incluso observa, resulta poco. Claro está que siempre es mejor ver primero cómo se hacen las cosas antes de largarse a hacerlas, pero en esta primera parte del profesorado la observación queda en observación solamente.

En Didáctica Especial se produce un viraje un tanto más interesante, en tanto ya todo está enfocado en la disciplina que uno ha elegido. Sin embargo, la parte teórica siegue siendo solamente eso, teórica y las observaciones siguen siendo eso, solamente observaciones.

El salto se produce en la segunda parte de la materia, en las prácticas. Y no es un salto demasiado seguro. Al contrario de lo que uno podría haber llegado a esperar luego de pasar tantas horas sentado leyendo, escuchando y observando acerca de la práctica docente, la experiencia es completamente distinta y está regida, justamente, por lo inesperado. Es ahí donde se produce el verdadero aprendizaje, sobre la marcha, con el trabajo en funcionamiento. Resulta un poco decepcionante, quizás, comprobar que son muy pocas las ocasiones en las que la teoría es aplicable a la práctica. Al contrario de lo que ocurre con disciplinas exactas, en la docencia no hay una mecánica que funcione de manera precisa.

Lo aprendido en las clases sirve como base, como trasfondo de la experiencia, pero lo que se pone en juego es algo del orden del ingenio y, valga la redundancia, de la experiencia que se está teniendo.

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