Hace varios meses que no entro al blog, por lo que sabrán disculpar la tardanza y lo “poco aceitado” de esta entrada. Lo que pasa es que tuve un cuatrimestre agitado: cursé Didáctica Especial, y tuve que hacer las prácticas. En realidad, se trata de una materia anual. El cuatrimestre pasado, nos dieron una consigna de parcial domiciliario que reflejaba, creo, la postura de la cátedra frente a la relación entre los estudiantes y la escritura en el marco educativo/académico. Se nos pidió que eligiéramos un género de escritura ficcional para elaborar algún aspecto de la bibliografía teórica abordada durante la cursada.
En mi caso, escribí un cielito a partir de los argumentos e ideas que Maite Alvarado expone en “Escritura e invención en la escuela” (1997). El gesto más significativo que operé allí fue el de crear un personaje que sostuviera aquellas ideas a las que la autora del texto responde y se opone. Esto me permitió plantear el diálogo teórico entre posturas en forma de un contrapunto ficcional. Allí, El pedagogo hippie sostiene que todo niño (todo estudiante) tiene, por naturaleza, un “genio creador” en su interior, y que es preciso darle total libertad para que se exprese (postura que aboga por el texto libre). Alvarado, en cambio, opone a esto la convicción de que la escritura de ficción es un arte que requiere de ciertas reglas. Propone la categoría de escritura de invención, precisamente, como aquella que necesita de consignas, que funcionen, al mismo tiempo, a modo de valla (restricción) y de trampolín (disparador). Es decir: el marco de contención generado por una (buena) consigna potencia la capacidad creativa de quien la recibe; la falta total de orientación a la hora de escribir puede generar inhibición, bloqueo. Las limitaciones son necesarias para encauzar la tarea.
De alguna forma, creo que esto es aplicable a las propuestas que nos hizo la cátedra. Esta consigna en particular realizó dos movimientos en simultáneo. El primero, la invitación de apropiarse de la teoría desde un lugar que pusiera en juego la propia escritura creativa/ficcional -en contraste con la escritura de monografías, papers, etcétera, que predomina en todo el ámbito académico-. En segundo lugar, la consigna tuvo, ella misma, algo de valla y de trampolín: el texto resultante debía partir de conceptos teóricos; los géneros entre los cuales se podía optar eran sólo tres; el texto resultante debía tener una extensión determinada. Sin embargo, en el marco de estas pautas, cada uno pudo elegir la forma en la que articular su trabajo, y esto dio lugar a muchísimas variantes. Se trata creo, de encontrar un equilibrio en el que los condicionamientos pueden funcionar como catalizadores del aspecto creativo. Esto me pareció sumamente rico, tanto desde mi lugar de alumna como para mi formación como docente, áreas entre las cuales, en realidad, existe un vínculo bastante profundo … ¿No?
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