Cuando llegó el momento de resolver el parcial, la consigna que parecía ser la de mejor resolución, resultó ser la más compleja y con más demanda de tiempo: escribir ficción. Esta vez, no valía volcar ideas ajenas y redactarlas con precisión, había que pensar todo eso y reescribir, re-producir… armar otro original. Tratar de volcar la teoría leída y trabajada en la cursada de manera ficcionalizada era algo que yo no había realizado nunca en la carrera. Y si bien me incomodaba meterme en esa situación de escritora/productora de un texto (en el que se tenían que cruzar diferentes voces, ideas y narrativas), me pareció un reto, un verdadero desafío.
Rápidamente, lo que primero imaginé fue todas esas ideas juntas, volcadas dentro de la sala de profesores. No sabía cómo, pero todo lo que pudiera ocurrir en mi ficción, tenía que ocurrir dentro de esas cuatro paredes. Más tarde, me di cuenta de que estaba anhelando algo de esa ficción en mi realidad, que en verdad no era ilógico pensar o imaginar que dentro de ese espacio docente se pudieran encontrar debates y cuestiones educativas; pero en los meses que yo llevaba trabajando… pocas veces, casi contadas con los dedos de las manos, me encontré frente a diálogos o charlas relacionadas a la construcción de una mejor calidad de educación, con ideas renovadoras o con, al menos, situaciones en donde se relaten momentos agradables con los alumnos. La sala de profesores siempre estaba lejos de los pibes, lejos de sus maneras de ser o de sus maneras de manifestarse. Los diálogos que, por lo general, ahí siempre se escuchan tienen que ver con críticas, cansancios, añoranzas o melancolías de tiempos pasados y mejores o alumnos respetuosos y estudiosos. Esta especie de “catarsis imaginaria” terminó disparando la escritura de la consigna, terminó generando en mi cabeza personajes-profesores, diálogos, discusiones, pero por sobre todo, el movimiento de ideas, y no sólo de protestas. Y si bien, en un momento, quedé alejada de lo pautado en la consigna; es decir, quedó expuesta mi falta de “idea relevante sobre la práctica de la enseñanza de la lengua y la literatura”, me puso contenta poder escribir, dejarme llevar y pensar, sobre todo, que ciertas transformaciones de las materias que nos toquen dictar, deben comenzar primero en la discusión y el intercambio de diferentes perspectivas entre colegas, tutores, especialistas en Educación y personas con ganas de transformar las clases, los libros y las aulas en herramientas de libertad y crecimiento junto a nuestros alumnos.
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