La pregunta puede generar distintas reacciones: sorpresa, incredulidad, indignación…a pocos (“este no es un taller de escritura, sino una alta casa de estudios…”), y por qué no, entusiasmo. Para quienes egresamos siendo “casi expertos en género monografía” (todo lo que escribimos parece ser una mini monografía), la consigna de ficción es una oportunidad nueva de reflexionar sobre la bibliografía de manera diferente, pero también para pensar el problema retórico de la escritura, ya que nos obliga a repensar la escritura, ya no desde un género familiar y muy visitado, sino desde el desafío que representa “lo nuevo”.
A la primera pregunta, casi retórica para los estudiantes, le siguen otras, como ¿por qué no se escribe ficción en Puán? Supongo que esta respuesta sería interesante escucharla de los docentes de la carrera (unos cuantos, escritores de ficción, además de profesores). A modo de hipótesis, imagino que la práctica “escribir una monografía sobre…” también para ellos resulta familiar, implica un modo de leer y corregir muy conocido, que no requiere poner en práctica la reflexión de nuevos saberes o nuevo modos de acercarse a unos textos que se alejan de los “textos canónicos”, y bueno, a veces, eso genera resistencia (como la que experimentamos algunos cuando leímos la consigna). Proponer otros modos de escritura “académica” implica estar dispuestos a leer textos “diferentes”, quizás, para algunos, menos “acartonados” (entendido como menos rigurosos, serios… “académicos”). Sin embargo, la escritura de ficción interpela al sujeto directamente, lo compromete de manera diferente en la producción de saberes.
Entonces, la consigna de escritura de ficción a partir de la bibliografía teórica pone en evidencia la permanencia de una práctica de escritura “naturalizada” para docentes y estudiantes (después de escribir varias monografías de práctica, claro), que se vuelve repetitiva y que se orienta más a la reproducción que a la producción de saberes.
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