martes, 29 de noviembre de 2011

Alfredo Dillon - Un parcial con valla y trampolín


En el parcial de Didáctica Especial, por primera vez en toda la carrera, tuve que escribir una escena de ficción para la facultad, donde nos la pasamos leyendo ficción y donde suele estar más o menos implícito que la escritura de ficción es una cuestión reservada sólo a los “Autores”, una suerte de raza de semidioses que se caracterizan por constituir panteones que luego se traducen en listas alfabéticas de apellidos en los programas de las materias de Letras.

En mi caso, escribí una escena teatral en la que Ofelia Kovacci es juzgada por sus ideas lingüísticas y, sobre todo, por el efecto de esas ideas en la escuela. La galería de personajes que intervenían incluía nombres de la literatura y la lingüística: Saussure, Jakobson, J. K. Rowling, Miguel Cané, Maite Alvarado…Ya que esto es una entrada de blog y los blogs suelen ser confesionales, podría ahora hacer una primera confesión: disfruté mucho de escribir esa escena. Si bien el género monografía siempre permite una dosis más o menos importante de creatividad, creo que la ficción autoriza a hacer saltos y trazar relaciones que la supuesta “seriedad” de una monografía no autorizaría. En ese sentido, es evidente que la escritura de ficción posibilita un despliegue mayor de la imaginación, pero también un análisis más jugado, menos obvio, de los conceptos teóricos.

Por otra parte, la imaginación no construye sobre la nada, sino precisamente sobre imágenes, recuerdos, conocimientos… Al escribir el parcial sentí que hacía mías las ideas de los autores que leímos durante la cursada. Tal como lo encaré, el ejercicio me permitió omitir muchos detalles y algunos matices de las posiciones de los diferentes textos, para ponerlos en juego a partir de sus ideas esenciales, sus “tesis” fundamentales. En ese sentido, me parece que la escritura de ficción a partir de textos teóricos requiere un preciso poder de síntesis como premisa básica. Y que el proceso de escritura es también un proceso de “apropiación” de esas ideas que circulan en los textos teóricos, un modo de darles vida a esas ideas y de poner en juego los saberes con un grado mayor de sofisticación que en una monografía, género recurrente durante la carrera y, tal vez por eso mismo, un tanto previsible, salvo en casos excepcionales.

Finalmente, no es menor que la escritura de ficción autorice también el cruce de los saberes con el humor y la ironía. La experiencia de escribir –y, por qué no, acaso también la de leer− el parcial se vuelve así más placentera. El placer fue uno de los temas que transitamos en la cursada: vaya, desde este texto de cierre, mi voto a favor de un matrimonio feliz y duradero entre aprendizaje, escritura y placer.

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