Vacaciones de invierno. Ya descansaste. Ya leíste algo que te estuvo esperando en tu mesita de luz los últimos cuatro meses mientras tu atención estaba puesta en otras cosas: arbolitos chomskianos, caracterización de la variedad rioplatense, prácticas de lectura en el aula. Abrís de nuevo el archivo de la consigna del parcial de didáctica. Punto 1, ok. Punto 2… uf! Divertidísimo. Pensás, empiezo por el primero y dejo lo mejor para el final. Leés, escribís, hacés cuadros que te ayudan a estructurar la información, borrás, corregís, dejás la introducción y la conclusión para el final. Más de lo mismo. No terminás el punto 1, tenés ganas de empezar con el 2. Ya estuviste pensando. En tu mente, ya cambiaste de personajes y de escenario al menos tres veces. Te preguntás: cómo hacer para que haya acción en el escenario y al mismo tiempo, se dejen entrever los conceptos teóricos que quiero trabajar. Re difícil. Empezás a escribir. Discusión en la sala de profesores: profesora con una mirada sociolingüística (¡estás proyectando!), directora… normativa. No, no. No querés clichés ni estereotipos. La directora entiende a la profesora pero le contrapone argumentos. Nada es tan fácil. Seguís escribiendo. De algún modo, te empezás a asustar. Te reconocés en la directora; ciertas cosas que dice salen involuntariamente de tus pensamientos más profundos. El diálogo entre ellas es como la proyección de un diálogo interior que emerge a partir de la voz de estos personajes: norma, estándar, variedades, prácticas lingüísticas reales…
Terminás la escena. Releés el texto completo. Como obra de teatro, el texto deja bastante que desear. No hay mucha acción puesta en juego, solamente dos personajes discutiendo apasionadamente un problema muy teórico. Te das cuenta que no sabés usar bien las didascalias (¿cómo hacen para tratar de explicar gestos mediante el lenguaje?). Pensás: suerte que no tengo ambiciones de dramaturga. Sin embargo, estás contenta con la obra. O mejor dicho, con el ejercicio de escritura, con lo que eso habilitó, con la emergencia de eso que no sabías que estaba tan profundamente ubicado en tus pensamientos y ahora está ahí, en la computadora que estás mirando. Te preguntás si hubiera pasado lo mismo con una consigna como cualquiera de las que venís haciendo desde hace 6 años en la carrera. Sabés que no. Entendés que hubo algo en ese ejercicio de escritura de ficción que te acercó a los conceptos y te ubicó como protagonista (doble) de tu propia obra. Nada de tomar los conceptos con pinzas y ubicarlos objetivamente en un texto académico. Todo lo contrario, apropiártelos y vivirlos como si fueras la protagonista de tu propia historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario