lunes, 28 de noviembre de 2011

Del desconcierto a la escritura: produciendo conocimiento -Gabriela Azar

Desconcierto. Eso fue lo que sentí, en principio, ante las consignas del parcial. Supongo que el mismo desconcierto que sintieron nuestros alumnos cuando les propusimos como actividad escribir un breve texto dramático.

¿Por dónde empezar? Las consignas proponían varios desafíos. Por un lado, realizar una lectura reflexiva de la bibliografía. Textos que no había logrado leer durante la cursada y que ahora dialogaban con lo conversado en las clases y las observaciones. Y luego, la escritura. Escribir un texto ficcional en donde se diera cuenta de algún problema de la enseñanza de la lengua y/o la literatura. Un tipo de actividad a la que, ciertamente, no estaba acostumbrada. A lo largo de mis cinco años de carreras escribí muchos textos académicos (parciales, papers, monografías, trabajos de investigación) pero nunca me había visto enfrentada a una consigna de este tipo. Esto generaba en mí un sentimiento de inquietud (¿cómo se resuelve esto?) y a la vez de interés por un tipo de evaluación que se salía de lo habitual.

Me decidí por uno de los tantos problemas (preguntas más bien) que me habían quedado dando vueltas a partir de lo charlado en los prácticos, la observación de las clases y la lectura de la bibliografía y me dispuse a escribir. Elegí hacerlo en forma de diálogo platónico (siempre me gustó la forma en que están escritos).

Al igual que me había pasado con el ensayo, empecé a escribir sin saber bien a dónde quería llegar y qué iba a concluir (si es que iba a concluir algo). Y a medida que iba escribiendo, reescribiendo y pensando preguntas, respuestas y razonamientos (guiada por la estructura genérica del texto), me iban surgiendo nuevos cuestionamientos y planteos que no había considerado hasta el momento. Si bien no llegué a ninguna conclusión brillante ni resolví los miles de interrogantes que se me plantearon durante la escritura, creo que pude darle una vuelta de tuerca a lo que estaba pensando. El cruzar la bibliografía con la escritura desde un lugar ficcional (donde las citas, explicaciones y referencias estaban de más) me permitió poner en juego los saberes y reflexionar acerca de las perspectivas teóricas consideradas. Y, aunque suene trillado, mi percepción fue que, en ese proceso de escritura se produjo (¿produje?) conocimiento.

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