lunes, 28 de noviembre de 2011

silvia cogno- Escribir ficción o hacer un parcial: ¿de qué lado estás?


Hay experiencias en las que las aguas se dividen y proponen claramente dos lados. Una de esas situaciones es la de aprendizaje escolar: el rol docente-alumno está claramente pautado. Aún cuando se da la situación de que el docente aprende del alumno, este aprendizaje hace mella en el rol docente; no hay modo de cambiar de “bando”, pero sí de perspectiva. De esto quiero hablar –escribir- hoy, de las posibilidades de ampliar la propia experiencia a partir de haber participado en los dos lados, habiendo calzado los zapatos de ambos roles. Como alumna, me encontré ante la novedad de elaborar una consigna de parcial mediante un escrito de ficción, modalidad que, a su vez, también propuse a mis alumnos. Digo novedad ante la consigna de ficción porque no es lo habitual para la carrera de Letras (FFyL, UBA). Y por el modo en que reaccionaron los alumnos, tampoco es moneda corriente en el CENS, que es donde realicé mi práctica docente.

Como alumna, debía cruzar la bibliografía teórica de la cátedra con la escritura de ficción. Como docente, pedí la escritura de una crónica literaria, es decir, los conceptos teóricos vistos en clase debían cruzarse, también, con la escritura de ficción. Desde la perspectiva de los alumnos, los del Cens y la mía, frente a la consigna sentimos una especie de imposibilidad: o respondo a las pautas de evaluación, o escribo ficción. Hermosa coincidencia. Mis alumnos, además, reclamaban el uso de la escritura ficcional para otros ámbitos y otros tiempos, no aclaraban cuáles, pero resultaba obvio que no se trataba ni de la escuela ni de la clase. Claro que, para cuando recibí estos reproches y reclamos, yo ya había transitado esa misma sensación. Sin embargo, esto no me dio ninguna ventaja, no fui favorecida por la ley de la experiencia. Al contrario. Fueron mis alumnos los que iluminaron esta escena. Cuando devolví los trabajos corregidos, les pregunté cómo se habían sentido con la consigna, qué significó para ellos escribir ficción en la escuela, con la añadidura de ser evaluados. Surgió un debate muy enriquecedor. Reflexionamos sobre lo que significa escribir, cómo llevar adelante una escritura de ficción, cómo contar una historia. Surgió la imagen de la escritura como viaje, y otro alumno planteó que esa metáfora se adecuaba más a la lectura. El diálogo giró hacia la vinculación entre escritura y lectura, y surgieron las cuestiones formales: la búsqueda de la propia voz, el estilo, el punto de vista, la pericia para volcar lo que se quiere decir, el recorte, la reescritura, la inspiración de la lectura.

A partir de la interacción con mis alumnos, vi claramente cómo también tuve que superar esas mismas vallas, y meterme de lleno en la pregunta por la ficción: cuando estoy escribiendo ficción, cómo hago para incorporar herramientas que hagan de mi respuesta a una consigna, un texto de ficción. Con los alumnos hablamos de la práctica de la escritura, la escritura como práctica. Si no hubiese practicado yo misma la escritura de ficción en el ámbito educativo, una ficción pensada para dar cuenta de un aprendizaje, esto mismo no lo hubiera aprendido. Poder considerar esta reflexión sobre la escritura y la lectura como un conocimiento en sí e incorporarlo al resto de los saberes disciplinares, parece un modo interesante de establecer un puente entre espacios que parecen desligados, desconectados: la escritura creativa de ficción y el ámbito escolar. También poder pensar en mis alumnos como lectores y escritores me resulta una forma de instalarme con mayor comodidad en ese puente.

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