Creo que puedo recordar mis pensamientos frente a la computadora, la alumna ante la consigna discutía con la profesora elaboradora de consignas de escritura:
“Tengo que…” Qué fea estructura verbal. Pero ante cada trabajo para la facultad aparece, tengo que escribir el parcial de Didáctica. Primer pensamiento: la consigna parece interesante, algo divertida. Eso, la primera semana con la consigna del parcial en la mano… ya a unos días de entregarlo, la cosa cambia.
Me quedan pocos días y tengo que ponerme creativa con la segunda consigna. ¿Por qué tengo que ponerme creativa? Salir de la comodidad obtenida: después de seis años uno se acostumbra al formato monográfico y ya se siente pez en el agua. ¿Escribir un cielito, un guión de historieta o una obra de teatro? Pensar que yo les doy cada consigna a mis alumnos: que escriban cuentos fantásticos, que cambien el punto de vista, que escriban la crónica periodística del robo que sucedió en la puerta del cole antes que entremos… Y cuantas cosas más… Por un momento pienso cada una de las actividades pero desde su rol, el de alumnos.
Pensar que algunos me miran con cara de: “¡Esto es imposible!” y yo los trato de incentivar, de pensar con ellos ideas, convencida de que van a hacer trabajos buenísimos. Porque generalmente es así. Después me deslumbro cuando leen lo que escribieron… o algún compañero aprecia lo escrito o sugiere cambios. Hasta hay veces que le termino leyendo los trabajos a alguno de mi familia que me aguanta mis momentos de enamorada del oficio docente – lector: no se crea que no tengo mis momentos de enojo, mis mañanas a las 6 cuando insulto por tener que ir a trabajar, los días que me quiero ir corriendo del aula, las horas que no puedo creer que hagan tan poco en clase -. Pero otra vez, retorno a mi trabajo, elijo la obra de teatro porque me siento más cómoda, es un género que conozco y maleable a la necesidad en cuestión… pero ¿Qué esperarán de lo que haga? Que use bien el género, ¿será parte? ¿Qué tan notorio tendrá que ser la inclusión de la bibliografía?
Qué incertidumbre que genera la hoja en blanco, el sentir que uno tiene que idear algo en un momento en que no se le ocurre nada. Pero como toda consigna de escritura tiene un tiempo. Y al final uno se entrega al juego, a jugar con las palabras, el lenguaje.
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