La cursada de Didáctica Especial coincidió con mi último año de carrera. Durante la primera parte, no pude asistir a muchas de las clases teóricas pero leí la mayor parte de los desgrabados a lo largo del cuatrimestre y releí algunos para resolver el parcial durante las vacaciones. Introducir bibliografía teórica en un texto de ficción me resultó bastante costoso (creo que le puede llegar a pasar a cualquier estudiante de Letras). Escribimos ficción cuando ya no queremos saber nada más con la teoría. Y me encontré en julio tratando de interconectarlas. No sé si lo que salió de eso fue aceptable o no, elegí la escena teatral porque era el género en el que más me sentía cómoda: no dibujo bien, nunca había leído un cielito, no me parecía que me podría llegar a quedar bien una aguafuerte ni un diálogo platónico.
Debo confesar que del material bibliográfico leí una porción bastante pequeña y siempre bajo la presión y el reloj corriendo detrás para hacer el parcial. En la segunda parte de la materia, quizás tuve más oportunidad de reflexionar acerca de algunas de las cosas que habían quedado ahí subrayadas, marcadas y volcadas al parcial.
Fue una experiencia muy interesante hacer las prácticas en un espacio no formal. Decidí desde el primer momento que las quería hacer ahí pensando siempre que los espacios formales iban a estar más disponibles una vez que me recibiera. Si bien la primera opción fue un instituto de minoridad y que terminé haciéndolas en un hogar de día, me quedé con ganas de hacerlas en un CENS. Me atraía poderosamente enseñar en un contexto como ese, con todo lo que implica. Pero finalmente tuve una muy rica experiencia con los viejis que venían entusiasmados y que, pese a las quejas, escribieron varias cosas copadas. Ahora, que debo buscarme un trabajo para el año que viene, iré a por el CENS. Espero que el papelerío no obstaculice demasiado mi camino.
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