martes, 29 de noviembre de 2011

La escritura de una escena de teatro y los roles que se juegan - Federico Pellegrini

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Al pensar en la situación de tener que dar cuenta de determinados saberes teóricos (de la didáctica de la lengua y la literatura) en forma de ficción, parece una empresa imposible. No es imposible, no fue imposible (después de haberlo hecho) pero sí extraño. Es que, en el momento de querer trasponer en escena de teatro (género de ficción) lo que siempre expresamos en forma de género académico, aparece la posibilidad de poner ahí algo más. Cuando uno se sienta a escribir un texto de ficción para el que tiene que hacer caber conceptos e ideas teóricas, creo (ahora que pasó un tiempo de tan particular experiencia) que necesariamente aparece mucho de cómo es uno. Lo más personal, lo más subjetivo de uno mismo está ahí, en la manera de escribir “a lo ficcional” algo de lo que uno tiene que dar cuenta por escrito. Me da la sensación de que es inevitable armar el texto de ficción incluyendo las características, los tics, propios del que escribe. En los roles de los personajes (al tratarse de una escena de teatro, por ejemplo) están plasmadas muchas formas de decir, muchas formas de hablar y de pensar del escritor. El acercamiento a lo más personal, a lo más subjetivo, que da la escritura de ficción, achica la distancia que siempre impone el texto académico (de parcial, en este caso) a la persona que lo hace. Si hay algo que aparece desterrado de los textos académicos es la subjetividad en estado puro. Esa misma que tiene vía libre a la hora de contar una historia entre dos o tres personajes de ficción. Porque, aunque se esté queriendo dar cuenta de saberes académicos (acá, en el campo de la enseñanza de la lengua y la literatura), ese “dar cuenta” entra a través de la otra historia que se está contando. Y en esa historia que se está contando (la de los personajes de ficción que viven en el texto) es ineludible la presencia de lo más personal del que escribe. Me parece que, de alguna forma, la satisfacción, diversión o regocijo que puede encontrarse en escribir un parcial en modo “obra de teatro” (mucho mayor que en escribirlo en modo parcial) está dada por la posibilidad de incluir allí lo más propio, lo más subjetivo. Cuando escribimos no sólo desde lo que “hay que poner” para responder a determinado requerimiento, sino también desde lo que nos gusta o nos toca por uno u otro motivo, estamos exponiendo gran parte de lo que somos. Eso hace que, como estudiantes, no sólo entendamos el nivel cognitivo y de contenidos de la materia, sino también que reflexionemos sobre nosotros como sujetos escribientes y pensantes de una teoría/ contenido didáctico, sobre la manera que tenemos de pensar y reflexionar sobre ese contenido.

Hay una cuestión particular en mi experiencia con esos textos, y está dada porque A) me gusta mucho escribir (no soy de esos que se asustó al entrar a la carrera y abandonó el lado creativo) B) suele gustarme mucho parodiar el registro académico y sus temas, incluso hago una revista online que se basa en eso, así que, hacer un trabajo a la manera de un diálogo de Platón pero paródico (única forma en la que creo se puede escribir un diálogo a lo Platón en el siglo XXI) era casi ponerme en mi salsa.

Después, claro, se hace más agradable a veces trabajar con la teoría incluyéndola en un texto más “relajado”, más allá de que una tenga que, por supuesto, serle fiel a los autores a analizar (algo que, por lo pronto, hago en esos trabajos paródicos de la revista). Ojo, igual supongo que para gente que no esté tan metida en el tema de la escritura “estética” (por llamarla de una manera) puede ser medio complejo someterse a producir algo en esos géneros. Hay alumnos que podrían no sentirse cómodos, y tal vez eso dificultaría su labor con los autores del programa. Supongo, además, que muchos de esos estudiantes habrán hecho un texto por compromiso, para cumplir, y creo que corregir esos trabajos debe haber sido aburrido para uds.

Mientras lo hacía, pensé que, aunque a mí se me hizo fácil realizar el trabajo (más fácil que escribir un parcial domiciliario típico, incluso) tal vez debería ser opcional la posibilidad de utilizar un género ficcional (o semificcional) para evaluar los conocimientos que tenemos respecto de los contenidos. De esta manera, aquellos que nos sentimos mejor escribiendo de ese modo podríamos aprovechar la posibilidad, mientras que los que se sienten poco propensos a esos tipos de producción podrían haberse ahorrado la incomodidad.

Por último, entiendo que su intensión fue mostrarnos en funcionamiento una consigna “no convencional”, para que también pensemos nosotros en ese tipo de formas de trabajo y que, al mismo tiempo, querían “desestructurarnos” Si bien esto es de agradecerse, no sé si siempre se consigue que aquellos que están demasiado inmersos en la forma tradicional de ser evaluados la aprovechen.

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