Cuando recibí la consigna de escritura del parcial y observé que uno de los puntos del parcial era una escritura de ficción me alivié. Esta fue mi primera sensación. Ya había leído la primera pregunta y sentía que el grado de exigencia era demasiado: no tenía la mínima noción de cómo iba a encarar mis prácticas en el aula y ahora se les ocurre que yo “me haga” la docente experta en didáctica y represente a la Argentina en un panel especializado en estos temas. ¡Dios mío! ¡Qué cátedra! Entonces bajé la mirada buscando rápidamente el segundo punto. Ese me tenía que salvar. Y lo vi. Ficción. Mmmmm. Ficción. Si es ficción no puede ser tan malo. Si es ficción no pueden decirme si algo está bien o está mal. ¿quién no se preocupa por aprobar o desaprobar? Además me encanta la ficción.
Esa fue mi primera impresión. Pero luego las cosas comenzaron a desacomodarse de nuevo. Y la pregunta se transformó en ¿es esto posible?. Tenía que cruzar la teoría con la ficción. Y las preguntas comenzaron a aflorar: ¿Qué validación tiene una teoría científica en una obra de ficción? ¿Qué fuerza puede tener esas largas disquisiciones teórica de autores especializados en una obra de teatro? Si un personaje debe condensar teorías didácticas de autores reales no es “ficción, ficción”. O por lo menos, la posibilidad de “moverse” en este género no es la misma que sin este requisito.
Y, de modo propedéutico, los conflictos del límite de los géneros vuelven a aparecer. Realizar un ejercicio de ficción con contenido no ficcional implica un movimiento de lo límites del género. Escribo para transparentar teorías didácticas. ¿Sigue siendo ficción? Y escribo para que me evalúen mis profesores de didáctica: esto transgrede todo las estructuras esperables para un examen parcial o final. Y si transportamos todas estas preguntas a la enseñanza de lo contenidos literarios, volvemos a la fragilidades de la fronteras entre géneros, entre lenguajes, entre experiencias. Y, por supuesto, el quebrantamiento del típico lugar del profesor: él es “el que expone”.
Hoy, finalizando la experiencia de las prácticas, considero que esa consigna fue preparatoria de lo que nos aguardaba “en el campo de acción". Y eso fue cierto. Y eso fue posible.
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