Ser alumno de Letras y escribir ficción no es algo tan estrechamente vinculado como suele pensarse. Más aún si escribir ficción es parte de una consigna, ya que durante todo nuestro recorrido por la carrera, desarrollamos un tipo bastante rígido de escritos que respetan a rajatabla los formatos académicos y que ponen en situación de evaluación contenidos críticos que debemos “poner en funcionamiento” al interior de nuestros trabajos y que son extraídos a su vez de otros de similar formato, objetivos y léxico. De alguna forma, lo que se obtiene a lo largo de años de escribir informes, parciales y monografías es naturalizar el tipo textual, hacerlo transparente con el sólo propósito de hacer circular y articular los contenidos a ser evaluados.
Escribir ficción, y hacerlo en el contexto del aula, es exponerse. Implica otra forma de procesar los contenidos a evaluar y requiere de la intervención personal, no de la “máquina crítica” que todos llevamos dentro y que no dice nada de nosotros en realidad. Escribir ficción llevar a la acción nuestra capacidad creativa y es, también, un nivel de procesamiento distinto para los materiales. Implica lo lúdico del lenguaje y requiere que lo hagamos visible nuevamente: las palabras, las estructuras y las imágenes vuelven a ser elementos concretos con los que debemos trabajar. Se realiza a través de opciones muy personales, aquellas relacionadas con la creatividad, con una satisfacción que las lecturas nos dan: implica, por ello, poner algo de nosotros en lo escrito.
Ése fue el miedo más grande que sentí cuando escribía la escena teatral que se me pidió para el parcial de Didáctica. Y creo que ése era también el miedo de los chicos a la hora de leer las producciones que yo les pedí luego, al realizar mis prácticas. Exponerse a la mirada del otro, a la corrección, a los comentarios. Pero, pasada la experiencia, es reconfortante haberla vivido porque escribir ficción en el aula implica otro vínculo con los contenidos: no sólo los exponemos sino también los moldeamos. Al mismo tiempo, genera mucha satisfacción que los que nos escuchan encuentren otros detalles sobre lo escrito que ni siquiera nosotros como autores habíamos pensado a la hora de planificarlo. Escribir ficción es, entonces, una apuesta por lo azaroso, por los múltiples significados del texto, en donde se combinan la dimensión profesional de nuestro oficio con la expresión creativa que todos tenemos y que tan indagadora y liberadora suele ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario