miércoles, 30 de noviembre de 2011

Karina Fernández - La universidad inesperada

Hace años, literalmente, que no escribo nada de ficción. No es lo mío. La verdad que me siento mucho más cómoda escribiendo domiciliarios y monografías y casi que presenciales también. Sin embargo esta vez no pude escapar. No soy de las que entraron a letras para ser escritores, yo quiero ser docente. Y la verdad es que en el secundario nunca me hicieron escribir ficción tampoco, eso había quedado en los cuentos de la primaria.

Escribí una escena de una obra de teatro. Mientras la escribí pensé que daba lo mismo si total no me iban a poder evaluar eso. O sí, porque tenía que poner contenidos de la bibliografía que había leído. Pero una escena de teatro es muy difícil poner todo lo que sé, no hay hipótesis, no hay citas, no hay conclusión. Lo puse como me salió. Creo que un escritor de teatro se horrorizaría. Parecía una pavada pero me llevó más tiempo del esperado porque, claro, ya me había olvidado de cómo usar el habla coloquial en un trabajo de la facultad. Me acordé de cuando en la misma materia me pidieron que escribiera un ensayo poniendo mi voz personal al frente. Lo primero que pensé fue “¡¿y el 'nosotros' académico?!”. No parecía serio ni lo pareció ahora.

Sin embargo me salió. Fue divertido pensar a los autores como personajes de una obra, sus palabras me terminaron resultando menos ajenas y quizás por eso más discutibles. Me acerqué a la bibliografía crítica de una forma nueva, permitiéndome jugar con ella y manipularla, olvidándome de “los saberes sagrados” y los “autores publicados”. Y si la releo me doy cuenta de que hay en esas líneas de diálogo más saberes de los que pensaba. Hice que los demás personajes les preguntaran a los autores cosas que yo quería preguntarles, hice que los autores respondieran y allí coloqué pequeños pedacitos de conocimiento. Y, como si eso fuera poco, tuve que recordar todas aquellas pautas que hacían al género y practicar eso que hace a algunos autores tan especiales: reflejar con naturalidad la oralidad en la escritura.

Fue divertido. Al menos no quedó todo acartonado y no fue un compendio de citas en una hoja donde yo no aparecía. Igual que ahora, en esta “entrada de blog” donde me permito ser más informal y poner lo que pensé o sentí en ese momento. Y ahora la vuelvo a leer y veo que había hipótesis, ideas, conocimiento. Más de los que pensaba en ese momento. Como las escrituras de mis alumnos reflejaron sus ideas de la poesía, mi pequeñita obra de teatro reflejó las mías. Escribir, un parcial pero también ficción, es poner en juego el conocimiento literario previo y el de la materia en particular. Un aprendizaje inesperado.

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